—¡Qué bien nos lo pasaremos!
—¡Y tanto, mi dama!
—Pero, válgame Dios, ¿cuánto más tardarán en llegar?
—No te preocupes, las sirvientas con el té estarán al doblar la esquina.
—Eso espero.
Damisela y espectro están en una gran sala, un dormitorio amplio con cortinas largas y sedosas custodiando la doble cama y haciendo juego con las paredes, de un tono arenoso.
—Y dime, mi dama. ¿Se te conoce por algún nombre?
—Tú tienes que presentarte primero —ordena la princesa como ansiándolo. Y de inmediato añade con suavidad—: Si no te importa, fantasmita querida.
La hermana menor, sin sus ojos ni nariz, con lo único que le queda: su negra boca, sonríe con tristeza.
—Si alguna vez tuve uno, me fue arrebatado.
—¿No lo recuerdas?
—¿Debería yo?
La princesa guarda silencio. Guarda su desesperación para sí misma.
La fantasmita la nota decaída y le pregunta animada como antes:
—¿Te apetece ponerme uno? Nunca es tarde para bautizarse. Así dio el ejemplo Jesucristo.
—De acuerdo. Te llamarás-...
Una puerta abierta sin tacto corta la oración de la señorita. Seguida de un grito estridente.
—¡Amahr! —Es el príncipe, hermano mayor de la princesa Amahr.
—¡Malditas sean las setas! Me acabas de chafar la sorpresa de mi futuro nombre —se queja la fantasma.
—¿Qué? —El príncipe está confundido. Ignora las siguientes maldiciones de la sombra gritona y sostiene a su hermana por los hombros—. ¿No te ha ocurrido nada?
—Estoy perfectamente.
—Ya la ves cómo está, fresca como una lechuga.
—Querida hermana, no compares a las lechugas con una simple humana —reprende el fantasma mediano a la vez que entra en escena.
—¡Maldito osado! —reprende el príncipe—. Primero me insultas a mí y ahora degradas a mi hermana a inferior que un vegetal. ¡Ya no lo soporto! Vámonos, Amahr. —Y la tira del brazo hacia la puerta.
—¿Adónde? —cuestiona ella.
—A decirle a ese zopenco que tenemos por rey que esta familia muerta no merece ser bienvenida aquí. —Y ambos desaparecen por la puerta.
—¿A qué ha venido eso? —pregunta la menor a su hermano muerto.
—Iba a ser un rescate, príncipe… —resopla él—. No una declaración de batalla por estirpe.
ns 172.70.39.78da2