El sol se arrastró por las ventanas, como el ojo de un gigante de fuego que va despertando, y tan pronto lo hizo, el joven encendió la música.
Jalo las cortinas y las ato, y las paredes de su cuarto se tornaron del áureo color de la mañana.
Conto sus lápices, y los ordeno por colores, tomo sus zapatos y los junto en el mueble.
El parlante siguió sonando, mientras el chico organizaba metódicamente su cuarto.
Subió sobre su cama, y estiro los brazos hasta su repisa llena de libros.
Todo perfectamente ordenado, muy bien.
Bajo de un salto, y limpio el suelo con una escoba.
Y para cuando su cuarto quedo tan perfectamente organizado como si hubiera medido la distancia de cada objeto con una regla, sonó la alarma para el colegio.
La apago, y se vistió.
"Siempre a tiempo" Pensó, bajando las escaleras.
-¡Adiós, mama! -Exclamo, y salió de su casa caminando.
Eran recién las 6:30 de la mañana, llegaría al menos 10 minutos más temprano; muy bien.
Se detuvo frente a la casa de la vecina Irma, la cual siempre dejaba las cortinas de la ventana abierta.
El chico se observó en el reflejo, se ordenó el cabello, y siguió caminando.
Salto sobre un charco de agua, el cual reflejaba su cuerpo, evitando mojarse.
Llego hasta el bus, y se sentó al fondo, en una esquina.
El transporte avanzaba vibrando, y el sentía como si su cerebro estuviera dentro de una lavadora.
Se llevó una mano a la frente; esos buses le provocaban dolores de cabeza.
Miro su reflejo en la ventana su lado, limpio el vidrio con una mano y observo las calles, rumbo a la escuela.
Llevo la mirada hasta el asiento frente a él, rayado, y vandalizado por adolescentes.
"1-800-613-8840, llámame"
El chico hizo un ademan decepcionado con la cabeza, era triste el estado de ese bus.
"Gobierno Asesino" "Conciertos a las 12:30 en el Muse Park, no se lo pierdan" "Himei, 222"
Se quedó mirando la última frase, Himei 222, aquello..., captaba su atención, aunque no estaba del todo seguro porque.
Había algo escrito más abajo, algo en letras rojas.
"No puedo" "No puedo" "Ayuden..."
El autobús se detuvo, y el chico casi choco de cara contra el asiento de enfrente.
-Mierda -Musito, tomando su mochila, y levantándose.
Bajo del bus.
Las ventanas del bus le enseñaron miles de imágenes de él, como fotografías.
El bus avanzo, y también lo hizo el chico, rumbo a la escuela.
-¿No escuchaste lo que paso? -Hablaron unos chicos, mientras el caminaba por el pasillo de madera- El chico Yukan, el hermano de esa chica Annie, dicen que lo encontraron.
Frunció el ceño, y avanzo más rápido; no quería saber de los detalles mórbidos de las desapariciones en Monroeville, cosa que le divertía a los chicos de su edad, pero a él le causaban repulsión.
"Himei"
La palabra apareció de la nada en su cabeza, y él se detuvo.
Su propia mente lo había dicho, "Himei", pero él lo había escuchado como un susurro en su oreja.
Giro su cabeza, o más bien, como si una mano invisible la girara por él.
Apunto su mirada hasta una puerta, al final de un pasillo a la derecha.
"BIBLIOTECA"
Agito la cabeza y siguió avanzando, no podía quedarse parado a perder el tiempo.
"BIBLIOTECA"
O quizá, podría pasar a la biblioteca a estudiar un rato, pensó el, antes de entrar a clases.
Paso el rato, y tras el tintinear de varias campanas, las clases terminaron.
-¡Hay, Tom! -Dijo un chico, que pasaba corriendo frente a el- ¡Vamos, Lucas tiene fotos del chico Yukan!
El frunció el ceño, y apretó los labios.
-No, no gracias -Replico.
-Oh, como quieras.
Un grupo de chicos paso frente a él, corriendo, y casi haciéndolo caer.
Seguían a Lucas, un muchacho de su clase, el cual les enseñaba fotos con su teléfono.
Tom sacudió la cabeza, la curiosidad mórbida de los demás era..., espeluznante.
Se alejó caminando, y antes de poder bajar las escaleras, algo rozo su espalda.
-¿Qué pasa? -Pregunto, volteándose, esperando encontrarse con alguien de su clase.
Pero tras de Tom no había nadie.
Se quedó parpadeando, solo en las escaleras.
Muy solo.
Su mirada estaba apuntando allí otra vez; al fondo de aquel pasillo a la derecha.
Trago saliva..., bue, ¿Por qué no? si quería un mejor futuro, no estaría demás estudiar.
Subió las escaleras, en marcha atrás, y se devolvió por el pasillo.
Y giro hasta la derecha.
Paso frente a la puerta del director, y llego hasta la Biblioteca.
Entro, y al soltar la puerta, esta se deslizo lentamente y se cerró.
"Muy bien" Pensó, con las manos en las caderas "¿Qué demonios hago aquí?"
Suspiro, y camino por el suelo de madera, rodeado por muebles que llegaban hasta el techo y desfilaban hileras de libros.
Era un paraíso, esa biblioteca realmente era un paraíso; uno enteramente organizado, como debía ser, pues.
Aunque no estaba llanamente seguro de que lo había llevado hasta ahí.
Alzo la mirada, y vio una empolvada escalera en una esquina.
"Los libros de historia están casi en el techo" Pensó.
Tomo la escalera, y la arrastro lentamente.
La madera emitía sonidos, esa cosa llevaba siglos sin usarse, de seguro.
La apoyo junto al mueble, y escalo cuidadosamente, dejando huellas de sus zapatos en el polvo de los escalones.
Miro hacia atrás, el suelo se alejaba cada vez más.
Una vez llego hasta lo más alto, trago saliva, sentía como la escalera temblaba, y como el suelo se encontraba a más de 5 metros de él.
La sección de historia estaba justo frente el, la materia que más le costaba aprender.
Tom se apoyó en el borde de la escalera, y se estiro, intentando alcanzar un libro.
"Historia de Monroeville, 1929 - presente"
Vamos, vamos, pensó, rozando el libro con sus manos.
Apoyo el pie en el final del tablón.
Tomo el libro con una mano.
-¡Si!
La madera chirrió.
Se inclinó demasiado, y se torció el tobillo.
Dejo salir un grito.
Perdió el equilibrio, y la escalera cayo hacia un lado.
Movió los brazos frenéticamente, buscando equilibrio, y solo término votando una serie de libros.
-¡N-no, no, no! -Exclamo, cayendo de espaldas.
El techo se alejó más y más, y el corazón escalo hasta su esófago, tapándole la respiración.
Tom se estrelló contra el suelo, bañado por libros que golpearon contra su cuerpo.
-M-mi espalda -Musito, temblando.
Se incorporó lentamente, sintiendo la cabeza como un trozo de metal caliente.
Miro hasta el techo, había sido una caída de, ¿cuánto, 3, 5 met...?
Del estante del cual había caído, había un libro tambaleándose.
Se inclinó como si algo lo hubiera jalado, y cayó hacia el chico.
-¡Mierda! -Exclamo, y atrapo el libro antes de que este pudiera aterrizar sobre su cráneo.
Alzo la mirada, ese libro se había encontrado detrás de los que habían caído, escondido.
Lo examino, y paso una mano sobre él.
La cubierta era blanda, y vieja.
Nunca había visto un libro con una cubierta hecha de cuero, ¿cuero de animal?
Le quito el polvo con una mano, y pudo leer el titulo; una vieja inscripción tallada con una navaja.
-Himei -Leyó en voz baja, y un escalofrió subió por su columna.
-¡Hey, hey! -Dijo la voz de la bibliotecaria- ¡¿Que...?!
Tom se incorporó, y corrió lejos, escabulléndose entre otros estantes.
Llego hasta una mesa al fondo de la biblioteca, lejos de los demás estudiantes.
Apoyo el libro, sin razón aparente, se encontraba nervioso.
Himei, lo mismo que había leído en la mañana, no podía ser coincidencia.
Abrió el libro.
Y se topó con una página que mostraba los ojos de un niño.
Tom se quedó viendo la página, y parpadeo.
Y los ojos del niño también lo hicieron.
El corazón se le apretó, y cerró el libro.
Se le acelero la respiración, confuso.
-¡¿Qué demonios?! -Musito, volviendo a abrir el libro.
La primera página estaba en blanco; vacía.
Miro en derredor, la biblioteca seguía igual, silenciosa.
Pudo ser el sonido de los pájaros, o algún estudiante, pero tuvo la sensación de que algo se había reído.
"Himei, 222"
El número apareció a fuego, tatuado en su memoria.
Sin la valentía de ver las demás páginas, pasó el pulgar por una esquina y fue viendo los números.
Dios, aquel libro no parecía no terminar jamás.
Llego hasta la pagina 222, y freno.
Contuvo el aire, y la abrió.
Había una foto, acompañada de un texto.
Mostraba un patio en blanco en negro, con un árbol, y un cielo tan blanco como la piel lívida de un cadáver.
En medio de la fotografía, había una figura humana, oscura, inmóvil; una mujer.
Simplemente miraba al frente, con las sombras ocultando su rostro y su cuerpo.
-Es un infortunio -Leyó en voz baja-, que el sueño se convierta en una realidad, abrir los ojos solo para saber que siguen cerrados, gritar para no escuchar tu voz; correr para saber que en realidad, jamás despertaste.
Las manos del chico comenzaron a temblar.
Miro la fotografía.
Había una mujer inclinada, sonriéndole.
Tom cerro el libro, y retrocedió dando tumbos.
Choco con una silla, y cayo de trasero.
Los demás estudiantes lo miraron, confusos.
Salió corriendo de la biblioteca, dejando atrás a una bibliotecaria, y a un grupo de estudiantes confusos.
Para cuando Tom llego hasta su casa, cerró la puerta con un estruendo.
-¿Tommy? -Pregunto su madre, desde su cuarto- ¿Cariño?
El chico subió las escaleras corriendo, y se internó en su cuarto.
Cerro con llave, temblando.
¿Que había sucedido? ¿Todo eso había sido real?
Se sentó sobre su cama, y sujeto su cabeza con las manos, como si temiera que se cayera de su cuerpo.
Su madre toco la puerta, suavemente.
-¿Paso algo, cariño?
-No, no -Replico el, encendiendo el parlante, necesitaba distraerse-, todo está bien, ma.
Se recostó sobre su cama, ya no podía mas, necesitaba dormir.
Cerró los ojos, y al canto de la música del parlante, fue lentamente, quedándose dormido.
Sería otro día, y entonces, entonces, quizá olvidaría toda esa tontería.
Tom se acomodó suavemente, y el mundo fue alejándose más y más, y él se sumergía en un mar de penumbras y sabanas...
La música se detuvo.
Tom abrió los ojos.
Sin embargo, el sol aun no entraba por la ventana, pero el había despertado.
Algo había pausado la música.
Miro en derredor, pero su cuarto estaba vacío.
Se llevó la mano a la frente; le dolía la cabeza.
Suspiro, otro día de clases.
El parlante se encendió.
Tom pego un salto, sobresaltado.
El parlante emitió un chirrido, y un piano comenzó a sonar.
-¿Qué demonios? -Se preguntó, saliendo de su cama.
Presiono el botón de apagar..., pero en primer lugar, el parlante ni siquiera estaba encendido.
O conectado.
Dentro del parlante, había un casete, el cual emitía una aguda música de piano.
-¿Mama? -Llamo el chico, pero nadie contesto.
Salió de su cuarto; su casa estaba en silencio, en total silencio.
Tomo su mochila y bajo la escalera, y salió de su casa, confundido.
Miro hasta un poste, y vio un papel pegado a él.
Días atrás, allí había estado clavado un anuncio de un perro desaparecido.
Ahora..., era aquella página.
La 222.
Solo que esta vez, la mujer había desaparecido, y solo mostraba el patio en blanco y negro, y el texto había cambiado.
-Abrir los ojos para saber que nunca lo hiciste -Leyó-, solo llegaras a la verdad si los espejos dibujan tu cuerpo.
"Si los espejos dibujan tu cuerpo" Musito.
Algo andaba mal, pensó, echando a correr.
Paso corriendo frente la ventana de la vecina Irma..., y freno en seco.
Se quedó viendo la ventana..., o más bien, a través de ella.
El vidrio no reflejaba su cuerpo; mostraba los arbustos a su espalda, las palomas sobre su cabeza.
Pero no a Tom.
Dentro de la casa, pudo ver a la vecina Irma regando unas plantas...., sin embargo, había cambiado.
Estaba encorvada, decantando agua en unos lirios, con la bata ceñida a su enorme cintura..., pero su cabello se veía totalmente negro, y sucio.
Esta comenzó a voltearse, y el chico distinguió que su piel había palidecido hasta el blanco más lívido.
-¿Que está pasando? -Dijo, echando a correr.
Paso sobre un charco de agua, y bajo la mirada.
El charco, en lugar de reflejar millones de versiones de Tom rotas en gotas desparramadas, tan solo mostro el cielo, y las nubes.
"¿Qué demonios..., que demonios estaba sucediendo?"
Llego hasta el paradero de buses, apenas capas de respirar.
El bus que lo llevaba al colegio apareció en la calle, y se detuvo frente a él.
Las puertas se abrieron, y Tom entro a toda prisa.
Metió la mano en el bolsillo para pagar, y el nerviosismo hizo que las monedas cayeran al suelo.
-Mierda -Dijo, agachándose y recogiéndolas torpemente-, lo siento.
-Está bien -Replico el conductor, y su voz masculina y pesada..., fue cambiando hasta una femenina y áspera-, todo está bien, Tom.
El chico alzo la mirada.
De la cabeza del conductor, antes calvo, caían mechones de pelo negro largo, como una cascada de enredaderas quemadas.
Su rostro amigable, había cambiado por una expresión pálida y cadavérica; su rostro había cambiado al de una mujer.
Tom retrocedió, y cayó de trasero.
Una mujer que el reconoció al instante; la mujer de la foto.
-¡¿Quién eres?! -Grito- ¡¿Que está pasando?!
Los demás pasajeros se voltearon hacia él.
-Hey, niño -Dijo una mujer, que sostenía un bebe-, ¿Estas bien?
Y tan pronto termino de hablar, su pelo fue contaminándose de negro, como una gota de petróleo en un vaso de agua, y su piel fue deteriorándose hasta colgar de su rostro.
Tom miro en derredor, y vio como cada uno de los pasajeros mutaba lentamente en aquella mujer de pelo negro, y sonrisa de alfileres.
Se incorporó y corrió hasta el fondo del bus, golpeando el vidrio.
-Es un sueño -Se dijo a sí mismo, viendo como el cristal mostraba a los pasajeros levantarse de sus asientos, tras el-, todo tiene que ser un sueño.
"Abrir los ojos para saber que siguen cerrados"
-Tommy.
El chico se volteo, y se topó con una de las mujeres justo frente él.
Y lo siguiente que vio, fue el fulgor de los dientes sobre su rostro, seguido del resto de los pasajeros.
Tom comenzó a gritar.
Abrió los ojos.
Y el techo del autobús, había sido reemplazado por el de su cuarto.
La música del parlante se detuvo, y la reemplazo una música de piano, salida de un casete.
Se levantó, mirando su alrededor.
Se tocó el rostro, y el torso; todo estaba en su lugar, nada de mordidas, nada de heridas.
-U-un sueño -Musito, levantándose.
Esa mujer..., realmente esa fotografía le había asustado tanto como para soñar con ella.
Bueno, se hacía tarde para la escue...
Alguien toco su puerta.
Tom frunció el ceño.
-¿Mama? -Pregunto, acercándose.
Llevo su mano hasta la manilla, y abrió la puerta.
El chico se quedó de pie, sin parpadear.
-Hijo, -Dijo su madre, mientras sus mechones castaños se convertían en negros- vas a llegar tarde para la escuela.
Tom cerró la puerta de un golpe, y retrocedió.
Respiro fuertemente, y corrió a la pared de su cuarto, donde estaba el espejo.
Se posó frente al..., y el espejo no enseño más que su cuarto.
-Estoy soñando -Dijo, mirando sus manos-, sigo soñando.
-¡Tommy! -Grito la mujer, golpeando la puerta- ¡Vas a llegar tarde, querido!
Retrocedió, y se apegó a la ventana abierta.
Hubo un rasguño, y la puerta comenzó a caer a pedazos.
-Lárgate, -Tartamudeo- ¡LARGATE!
Perdió el equilibrio, y se balanceo en la ventana.
-E-eh, h-hey -Tartamudeo, buscando equilibrio.
La puerta se abrió, y él se soltó.
Y de pronto, se encontraba cayendo a toda velocidad.
El suelo, cada vez más cercano, trono contra su cuello en un chasquido.
Y Tom abrió los ojos, otra vez en su cuarto.
La música del parlante se apagó, y comenzó a sonar un piano, salido de un casete.
Respiro fuertemente, y aparto las sabanas.
Se tocó el cuello; lo había sentido, había sentido como se quebraba.
Y ahora estaba allí otra vez, sin poder explicar cómo.
Corrió hasta el espejo de su cuarto, y este siguió sin mostrar su cuerpo.
"Ese libro" Pensó, "Todo empezó con el Himei"
Debía de seguir en la biblioteca, quizá, si lograba llegar hasta el...
-¿Hijo? -Pregunto su madre, tocando su puerta- Vas a llegar tarde a la escuela.
Se adelantó a abrir la puerta..., y se frenó.
Quedo con la mano en el puño de la puerta, congelado.
"No te dejes engañar" Le dijo su cerebro, "No te dejes engañar"
Aparto la mano de la puerta.
Sujeto un mueble, y lo empujo con fuerza.
-¿Hijo? -Pregunto su madre, antes de que este bloqueara la puerta.
Corrió hasta su cama, y aparto las sabanas.
Debía llegar hasta ese libro, sin importar que; debía despertar.
Abrió la ventana de su cuarto, y las cortinas se blandieron como estandartes.
Acto seguido, arrojo el colchón por la ventana.
-Muchacho estúpido -Dijo una áspera voz femenina, golpeando su puerta-, ¿realmente crees que llegaras a tiempo?
-Si -Respondió el, echando a correr hacia la ventana.
La puerta se abrió, arrastrando el mueble.
La mujer avanzo a toda velocidad, y Tom salto por la ventana.
El sol golpeo su rostro, y lo siguiente que sintió fue la gravedad jalándolo hasta el suelo.
El aire soplo su cuerpo, y Tom se estrelló contra el colchón.
Reboto hacia un lado y rodo por el cemento, raspándose los codos.
Se incorporó cojeando, y corrió hasta el garaje.
Saco su vieja bicicleta, y abrió la puerta.
Se subió de un salto, y pedaleo por la calle, con el corazón como un motor sobrecargado en el pecho.
Recorrió las calles a toda velocidad, haciendo girar los pedales como hélices de un avión, con el aire pegándole con tal fuerza que le dolía respirar.
Serpenteo entre los autos, recibiendo bocinazos, y gritos.
Miro por la ventana de un auto, y pudo ver una bicicleta avanzando sin dueño.
El conductor lo miro, y le sonrió; su sonrisa fue estirándose y su pelo alargándose.
-¡Maldita seas! -Grito, al tiempo en que el auto giraba hacia el haciendo chirriar los neumáticos.
Pedaleo con fuerza, logrando esquivar el auto.
El auto se estrelló contra un árbol, frenando.
-¡Ja! -Grito, y la bicicleta paso sobre un bache.
La bicicleta salto, y se descarrillo hacia el pasto.
-¡E-eh, no, no! -Exclamo, y la bicicleta choco contra un semáforo.
Tom salió disparado, rodando por la calle.
Quedo tendido, con el pantalón rasgado, y sangre chorreando de sus rodillas.
-O-oh, o-oh mierda, -Tartamudeo.
Una luz lo inundo, y el joven levanto la mirada.
Un auto se acercó.
Los ojos del chico fueron abriéndose, hasta arderle.
-No, no, no, no.
Se arrastró con los brazos, y la mujer al volante sonrió.
Acto seguido, los neumáticos del auto hicieron sonar sus articulaciones al pasar sobre él.
Y Tom abrió los ojos, dentro de su cuarto.
La música del parlante se detuvo, y sonó una música de piano, salida de un casete.
Aparto las sabanas, levantándose.
-¿Hijo? -Pregunto su madre- Vas a llegar tarde a la...
El chico corrió hasta la ventana, y la abrió.
Ese libro, ¡Ese maldito libro!
Arranco las cortinas de un tirón, y las ato unas con otras.
Acto seguido, y mientras una mujer de pelo negro abría la puerta de su cuarto, Tom salto por la ventana.
La cuerda improvisada le raspo las manos, mientras el chico se deslizaba hasta el suelo.
Soltó la cortina, y aterrizo en el suelo.
Entro al garaje, y se internó en las calles montadas en su bicicleta.
"Debo tomar otro camino" Pensó, "Quizá cruzar por..."
Algo salto fuera de su ventana.
El chico se volteo, al tiempo en que la mujer corría hacia él.
-¡¿Qué demonios?! -Grito, pedaleando con fuerza, alejándose.
Se desvió hacia la derecha, tomando el camino largo.
Los perros comenzaron a ladrarle, y los vecinos miraron por las ventanas.
"No hagas contacto visual" Pensó, sabiendo que cada persona allí se convertiría en aquella mujer.
Miro hacia atrás, la calle estaba desierta.
Y a pesar de su cansancio, no aminoro la marcha.
Miro su reloj, 6:50, estaba por llegar a la escuela.
Faltaba poco, faltaba tan...
El portón de una casa se abrió.
Tom lo miro.
Y de el salió un perro.
El animal se le quedo viendo, haciendo rugir los colmillos.
Tom apretó los dientes, no tenía tiempo para lidiar con eso.
El perro comenzó a temblar, mientras saliva goteaba de su hocico.
Tom pasó junto a él, y siguió pedaleando.
Se limpió el sudor de la frente..., y miro hacia atrás.
El perro seguía inmóvil, pero ahora, su pelaje era negro.
-Tiene que ser una broma -Dijo, viendo, horrorizado, como el animal desarrollaba cualidades humanoides.
Con sus alargadas patas, el perro echo a correr hacia él.
Había crecido hasta tener el tamaño de un adulto, encorvado en 4 patas, con unos ojos humanos inyectados en sangre.
Pedaleo con todas sus fuerzas, pero el perro era más rápido.
-¡No, no, no! -Grito, en el momento en que el perro humano saltaba hacia su espalda.
Sus patas, extendidas como dedos humanos, hicieron estallar las ruedas de la bicicleta.
El chico se estrelló en el suelo, rodando varios metros, hasta chocar con la boca de una alcantarilla.
Se incorporó, con un chorro de sangre bajando por su cabeza.
Sentía como todo daba vueltas, vueltas y vueltas.
Cayó de espaldas, mirando el cielo.
"D-duele" Pensó, al borde de las lágrimas "D-duele tanto..."
Y aquello con lo que se toparon sus ojos al bajar la mirada, fue a una mujer en cuatro patas.
Tom abrió los ojos, respirando con fuerza.
La música del parlante se detuvo, y sonó una música de piano, salida de un casete.
El chico se levantó, temblando.
Eso no terminaría nunca, ¿verdad?
Apretó los puños; era el fin.
Se levantó, y miro su cuarto, perfectamente organizado.
Su madre toco su puerta.
-¿Hijo? Vas a llegar tal...
-Pasa -Respondió.
Hubo un momento de silencio.
La manilla giro, y la puerta se abrió lentamente.
Y en el momento en el que la mujer se asomó, Tom dejo salir un grito y empujo el mueble de los libros.
Ella levanto los ojos, y el mueble aterrizo sobre su cuerpo.
Un estruendo, y esta quedo sepultada.
El chico respiro con fuerza, viendo la pierna de la mujer sobresalir de bajo el mueble.
Rebusco entre sus cosas, y saco un bate de béisbol.
Acto seguido, hizo estallar su espejo en mil pedazos.
Tomo el trozo más grande y lo guardo, y salió caminando de su casa.
Avanzo a pie por la calle, y comenzó a escuchar los ladridos de un perro.
Siguió caminando, escuchando los rápidos pasos.
Llego hasta el paradero, y camino por la calle.
La mujer a cuatro patas se detuvo, y salto hacia él.
Tom pego un salto hasta la acera, y un auto se estrelló contra el perro.
Freno, con el vidrio lleno de sangre.
La mujer al volante se llevó las manos a la cabeza.
-Oh dios -Dijo, mientras su pelo se volvía negro.
Tom se acercó al auto, y abrió la puerta.
Ella giro su cabeza hacia él, y el joven sacudió su cabeza con el bate.
Hubo un sonido hueco, y ella cayo hacia atrás, mientras toda su piel se volvía blanca.
Antes de que se transformara del todo en la mujer, el tomo su pierna y la saco del auto.
Se subió de un salto, jalo la palanca de cambios, y piso el acelerador a fondo.
El auto avanzo por las calles, haciendo chirriar los neumáticos.
Llego hasta un semáforo en luz roja, y paso como un trueno.
-¡Eh! -Grito un conductor, cuyo pelo corto se volvía negro lentamente- ¡Desquiciado!
Tom hundió el pie aún más en el acelerador, con la vista bien al frente, bañado de sangre.
Miro su reloj, 7:00.
Alzo la mirada, y vio un auto estacionado al final de la calle, con una sonriente mujer al volante, esperándolo.
-No esta vez -Dijo el, y presiono el acelerador con el bate.
Acto seguido, abrió la puerta, y salto.
El auto siguió avanzando, y se estrelló con el auto de la mujer, en un estallido de fuego.
Tom se levantó lentamente, con el pantalón roto, moretones en los codos, y el pelo ensangrentado.
Cojeo por el estacionamiento, mientras el fuego se extendía.
Entro a la escuela, y subió las escaleras, apoyándose en el asidero de la pared.
-¡Tom, Tom! -Grito Lucas, acercándose a el- ¡¿Quieres ver las fotos del chico Yukan, Tommy?!
Antes de que el pelo del chico se volviera negro como el petróleo, Tom deslizo su pierna por el suelo, contra los pies de Lucas.
El chico grito, y se encontró cayendo por las escaleras.
Tom saco un extintor de la pared, apenas capaz de sostenerlo con un brazo lastimado.
Cojeo hasta la biblioteca, al límite de sus fuerzas.
Empujo las puertas con su cuerpo, y entro tambaleándose.
Aun no llegaba nadie, pues se encontraba en total silencio.
Alguien toco la puerta de la biblioteca, y el joven bloqueo la entrada con el extintor.
Corrió por entre los estantes, dejando un rastro de sangre.
Arrastro la escalera, y el apoyo contra el mueble.
-V-vamos -Dijo, escalando.
Comenzaron a golpear la puerta, y dedos blancos se escabulleron por el resquicio entre ambas puertas.
-A-aquí -Musito, llegando al límite de la escalera-, a-aquí empezó todo.
Estiro un brazo, y aparto los libros a golpes, haciéndolos caer.
La escalera se tambaleo, y comenzó a inclinarse.
Tom trago aire, y salto.
La escalera cayó.
El chico logro afirmarse de la repisa, sujetándose con fuerza.
Busco con las manos..., y llego hasta un libro que se encontraba detrás de los demás, oculto.
Se soltó, y cayó.
Se estrelló de espaldas con el suelo, con un terrible chasquido de sus huesos.
Dejo salir un grito, el dolor lo teñía todo de rojo; todo.
Se arrastró hacia atrás, ya no podía ponerse de pie; quizá nunca lo haría.
Tom se apoyó contra una esquina, al tiempo en que el extintor perdía fuerza.
Soplo el humo de la cubierta del libro, revelando el título.
HIMEI.
Adelanto rápidamente las paginas, hasta llegar a la 222.
Hubo un estruendo, y el extintor cayó al suelo.
La página 222 mostraba la fotografía, pero en esta ya no estaba la mujer, solo el paisaje; la mujer había salido.
Y el texto seguía igual.
Respiro con fuerza, había llegado.
Las puertas se abrieron, y unas sombras ingresaron en la biblioteca.
Arranco la página 222, destruyéndola.
-Debe servir -Murmuro, al borde de las lágrimas.
Saco el espejo de su bolsillo, y se miró.
El espejo tan solo mostro los libros a su espalda.
Trago saliva, y al mirar hacia adelante, vio a la mujer de pie.
Su cabello negro se enredaba en sus hombros, su piel húmeda y lívida le colgaba como un envoltorio de sus huesos, sus labios parecían haberse hundido, inmortalizando su boca en una eterna sonrisa de oreja a oreja.
Y sus ojos, eran tan solo dos botones negros, coronados por un punto blanco que apuntaba directamente hasta él.
El levanto el brazo lastimado, enseñándole la fotografía.
-Vuelve -Tartamudeo, mientras la mujer sonreía aún más-, vuelve de donde saliste.
Ella lo miro a los ojos..., y se relamió los labios.
Y al abalanzarse, Tom comenzó a gritar del dolor.
Tom despertó.
La música siguió sonando, sin detenerse.
Se levantó lentamente, con un pequeño dolor de cabeza.
Se tocó la frente; tenía fiebre.
Su madre abrió la puerta.
-Hijo -Le dijo ella-, ¿Por qué estas acostado? Vas a llegar tarde, date prisa.
Ella cerró la puerta, y el quedo solo en su cuarto.
Pasaron los minutos, y Tom salió caminando de su casa.
Ese libro..., Himei, se lo contaría a todos.
O había sido el sueño más extraño de su vida, o algo muy extraño sucedía en esa ciudad; Monroeville..., ¿Cuál era la verdad?
Llego hasta el paradero, y estiro el brazo, esperando a que algún bus se detuviera.
Se quedó viendo un anuncio en un poste, uno de un perro perdido.
Sí, eso mismo, pondría anuncios, anuncios en toda la ciudad.
Eso..., o solo podría olvidarlo, como cualquier sueño.
Un bus se detuvo, y el chico se adentró.
Pago, y se fue hasta el fondo.
Se sentó en soledad.
"Mierda" Pensó, "Salí sin peinarme"
Metió la mano en el bolsillo.
Y saco un espejo roto.
Tom se quedó inmóvil, paralizado.
El espejo le enseño la pared a su espalda.
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-No puedo -Dijo el, mientras el conductor pasaba una mano por su cabello negro-, N-no puedo despertar.
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