
No fue una gran caída como tal. Al menos no para Input, quien había caído sobre la espalda de Anpu. La arena los había tragado hasta una cueva subterránea sumida en total oscuridad. Input se tallo la arena que le cayó en los ojos y Anpu le rogaba que por favor se moviera de su espalda.
—No es que te quiera volver a reclamar—dijo ella luego de pararse—, pero esta más oscuro que el cabello de mama.
Anpu se levantó y camino como si estuvieran bajo la luz del sol. Atrapo a la cría que corría por todos desorientada y tomo la mano Input, nuevamente.
—Procura no hacer ruido—le advirtió el—, en los siguientes pasillos hay eco. Y no me sueltes, o te perderás.
El tiro con suavidad y ella respondió al paso.
No se había sentido abrazada por la oscuridad desde que su madre la arrullo por última vez antes de abandonarla. Sus cabellos le caían como cortinas de noche, sus brazos la acobijaban como las paredes de una casa y su mirada siempre era melancólica adornada con una sonrisa caroñosa. Era la misma alma de la noche. Con ella, andaban seguros rondando por las esquinas más oscuras, enseñándoles a no temer lo que no ven en la luz, sino a tratarlo como parte de su naturaleza.
Input se había desconectado completamente de ese lado de ella. No podía ver nada, no sabía por dónde caminaban o que tenían cerca. Sus pisadas callaban con la arena del piso y el calor rozaba a lo de un horno. Exhalaron dosis con mayor frecuencia. Era una calma tan asfixiante, que hasta la cría se durmió en el brazo de Anpu.
Estaban juntos como en el rio, pero no se veían. Estaban cerca como en el rio, pero no sabían que hacia el otro. Estaban acompañándose como en el rio, pero se sentía como si estuvieran solos. Su única conexión eran sus manos, y lo único que les recordaba que estaban unidos en ese sendero oculto. Sin embargo, para Input significaba algo más. Que ahora dependía de él.
Inconscientemente, comenzó a acariciar la mano de Anpu con su pulgar. Su piel estaba seca y sus dedos se sentían como huesos desnudos. El agarre de Anpu no era muy fuerte, era suave y nervioso. Esa no era la mano de un vivo. Él ni siquiera debería tener manos. Antes vio que tenía unas vendas en ellas, pero estas no se sentían en ese momento. Lo toco con la otra mano y se dio cuenta de que las vendas colgaban desechas, quizás cuando escarbo en la arena se quemaron como paso con sus prendas en la guarida de los demonios. Por eso sus manos se sentían más frágiles que en el rio.
—In…Input—Anpu tartamudeo bajo—. ¿podrías…dejar de hacer eso?
Se detuvo confundida después de él.
—¿Qué cosa? —preguntó en voz baja y poso su mano completa sobre la suya. Jurando que lo sintió estremecerse con esta acción.
—Tus…tus manos—confeso nervioso.
Solo porque no podía ver en la oscuridad, Input no se dio cuenta de lo rojo que estaba. Y no por el calor.
—¿Qué tienen mis manos? —aspecto ella sin soltarlo—. Tu eres quien se la pasa agarrándomelas todo el tiempo.
—Si…pero…no te las manoseo.
—Entonces ya no me las toques—se zafo molesta y cruzo los brazos—. No quiero romper tus delicadas manitas.
—No, no es eso…pero si son delicadas—dijo esto último apenas entendible. Alzo la cadena y le acercó lo suficiente a sus manos para que ella la tomara—. Toma la cadena, yo te jalare de cerca. No estamos muy lejos de la armería.
Ella apretó sus manos disgustada. Primero la agarraba de la mano, luego se incomoda de que se las tome y ahora se las cambia por use maldito metal que los tenía bloqueados. Sentía que el solo estaba responsabilizándose de su estupidez de mala gana. Y él no sabía tratar con ella sin que rabiara. El mismo quisiera reclamarle que Hor esta peor que ellos por su culpa, pero se lo reservaba.
El claramente podía ver el lugar. Sabia ver a través de las tinieblas de mejor forma que con luz. Los pasadizos no eran de tierra, sino de ladrillos gruesos vestido de moho y el techo era sostenido por columnas y vigas de acero. El lugar tenía trampas ocultas que solo el conocía, un mal paso y activarían alguna. Aunado a eso, los pasillos eran un laberinto intencionado. No importaba si un demonio daba con el lugar, este jamás llegaría a la armería.
Input cedió a regaña dientes y continuaron su camino con la cadena sujeta a una mano de distancia entre ellos. Doblaron la esquina y he allí, un demonio sapo-toro enorme dándoles la espaldas sin saber a dónde iba.
—¿Sera por allí? —se decía el demonio y ellos callaron. Se rasco la cabeza y camino hasta estrellarse con un muro—. ¡Mierda! —reclamo. Repitió a otro lado y volvió a estrellarse. Fue a otro y paso lo mismo— ¡Maldita Maat! ¡Vete al carajo junto a tus lameculos! ¡Hija de puta!
Sus ruidos despertaron a la cría que estuvo lista para lanzarse a su presa si no estuviera contenida por los Nechers. El demonio escucho su gruñido y se aterro en su lugar. Los nechers se vieron entre ellos, o al menos tenían esa sensación, coincidiendo en la misma idea. Dejaron que la devoradora hiciera todo el ruido que quisiera y el demonio se alejó de ellos por otra ruta. Durante el camino encontraron otros demonios buscando la salida y huyendo de su temible depredadora.
—Dijiste que no había demonios—le susurro Input cuando pasaron muy cerca de un muro.
—En la armería no, aquí sí.
—¿Esto es moho? —pregunto confundida cuando toco por accidente el muro.
—Es allí—indico cuando llegaron a una enorme puerta de metal con detalles de serpientes con bocas abiertas fuera de la puerta.
Le entrego a la devoradora y busco el seguro de la puerta. La cría rugió para detrás de ellos ante el acercamiento de un demonio serpiente que no mostraba temerle. Input no le prestó atención debido a que se la pasaba rugiendo a todos lados y no creía que algún demonio fuera osado para enfrentarla. El demonio serpiente venia rato siguiéndolos con su sentido del aroma, por eso noto que la devoradora era una cachorrita que en un movimiento la despistaba. Espero a que abrieran la puerta y antes que la cruzaran, el los tomo uno en cada mano y los alzo en su entrada triunfal.
—¡Por fin! —exclamo—. Veladas vagando sin rumbo en esos pasillos, y ahora, tengo dos nechers para mí solo—celebro acercándolos a su deforme sonrisa—. Isefet debe estarme bendiciendo.
Su gozo no duro mucho, ya que ni bien dio un paso, de la boca de las serpientes de metal salió un vapor que lo incinero al instante. Anpu e Input cayeron sin daños. Entraron al lugar y la puerta se cerró sola sin dejar de liberar vapor por el resto de los pasillos.
La oscuridad de la armería retrocedió como plumas siendo arrastradas por un tornado de arena que se materializaba en el fondo del lugar. Los candelabros prendieron una vez libres de las plumas oscuras y exhibieron las colosales colecciones de armas supremas dejadas tras la guerra. Pero no estaban colgadas o sujetas como cualquier arma, cada una tenia su propia estatua de guerrero metálico sosteniéndola en pose de batalla. Al fondo, donde la oscuridad se concentraba, una colección de barcos de guerra cargados de historia bélicas.
Un museo gigantesco para una guerrera como Input. Con extensos pisos saturados de la osadía Necher.
Ella se dejó seducir por los arcos, mazos, espadas y dagas que estatuas de nechers caninos, felinos, reptiles y aves, por solo generalizar la diversidad de formas que tenían, portaban. Las figuras estaban pintadas de forma relista, casi como si fueran mas que cascarones vacíos. Las armas eran nuevas y relucientes como recién bañadas por el sol.
—Por eso hay moho— dijo una voz llena de aburrimiento y naturalidad que los sorprendió—. El sistema de seguridad se activa cada vez que se abre la puerta, liberando agua evaporada del rio para aniquilar cualquier invasor—continuo desde la masa oscura que se formaba sobre la popa de un braco—. Excepto, que la materia orgánica vegetal y fungi no suele ser impura, es muy noble y obediente. No puede ser enjuiciada de la misma forma que un animal, espíritu, ser humano o demonio. Al menos no dentro del Duat. Fuera de este, el agua del rio se vuelve destructiva—la oscuridad se redujo a una figura encorvada, siendo como la capa de plumas polvorienta de un necher adulto que aparentaba ser cincuentón. Sus ojos eran de un cabujón purpura intenso que transmitían cansancio y fastidio—. Debiste hacer algo muy estúpido como para entrar esta vez por mi puerta, joven Anpu.
***
Sokar era un necher antiguo, de las primeras generaciones engendradas al inicio de la creación de Kemet. Eso lo volvía muy cercano al rango de los Camefis y respetado por ser el herrero de las armas más poderosas de su mundo, solo superado por el Maestro. Su autoridad eran la oscuridad y sombras…y también la agricultura.
—¿Entonces llegaron hasta aquí gracias a esta cosa? —rectifico Sokar mientras examinaba el perfume. Ellos asintieron.
Su anfitrión les había invitado a la mesa sobre su barco. Les ofreció garbanzos, lentejas, habas y guisantes cocidos, acompañados de dátiles, sandias, melones, pepinos y uvas. Y de beber, más agua de fuego que era de un oasis nativo pero que según Sokar era revitalizadora para ellos. La devoradora corría por el lugar buscando una forma de subir al barco, pues Sokar no quería que los molestara en su descanso.
El barco tenía escrito su nombre en el casco, “Henu”. Era grande, con una cabina amplia en el centro, una cabeza de oryx viendo a dentro en su proa y varios remos a los costados. Este, al igual que los demás barcos de la colección, estaban sostenidos por arena. Y desde arriba, el lugar se sentía como la escena congelada de todo un ejército marchando a la guerra.
—No recuerdo que Shesmu fuera tan benevolente con sus creaciones—pensó en voz alta el viejo necher. Ellos negaron con la boca llena de comida. No llevaban ni un día que llegaron al Duay y su hambre era como si no hubieran probado comida en semanas—. Mmm…supongo que debió surgir un nuevo perfumista en mi ausencia.
Anpu paso su comida y se limpió la boca.
—¿Tampoco sabe quién es? —pregunto inconforme.
—Regrese a este lugar hace casi un millón, cuatrocientos mil años. Además de ti, no sé qué fue de los de tu generación.
Input, que hasta el momento permaneció callada, intentaba comprender lo que pasaba. La comida de Sokar no los revitalizaba ni curaba, más bien nutria sus Ibs, sus corazones. Desde la primera mordida sintió que sus pensamientos se aclaraban, su alma se relajaba y se concentraba mejor. Mientras ellos hablaban, ella sintió un peso hacia Anpu. Fue su culpa, pero también fue culpa de ella. Recapitulo los hechos empezando por su encuentro en la posada de Kush, siguiendo por los incidentes que los llevaron a recorrer en Duat.
—Veo que ya te está haciendo efecto—le dijo Sokar llamando su atención. Ella reacciono—. Me especialice en producir alimentos que nutrieran el Ib—explico tomando una uva—. Durante la guerra, de nada te sirve estar presente si tu corazón está vagando...En especial si tu lucha es contra el caos.
—Lord Sokar—dijo al fin Input cabizbaja—. Puedo preguntar… ¿Por qué regreso a este lugar? —Sokar se detuvo con la uva cerca de su boca. Ella se apeno—. Disculpé, no quise…es que el día que desapareció todos se angustiaron y jamás supieron dónde encontrarlo—el entre cerro los ojos—…pero siempre estuvo aquí. Creo que a los demás les alegrara saberlo.
—Ay, my lady—le dijo con una mano en la cara fastidiado—. Júreme que no hablara de mi cuando salga de aquí.
—¿Por qué?
Sokar se paró y camino a la proa del barco con vista a su ejército.
—Cuando finalizo la guerra, hice mi juramento al rey del Bajo Kemet. Pero luego del golpe de estado por el Alto Kemet, supe que nuestro reino volvería al clima bélico. Esas noches, robe todas las armas que pude y las traje conmigo de vuelta al taller donde las forje. Cree estas armas para luchar por Maat en contra de Isefet, el orden contra el caos—cuando llego al límite, su capa se manifestó como sus alas dándoles la espalda— ¡Antes extinto que ver a mis bebes corrompidos! —exclamo como un padre protector, desempolvando sus alas al abrirlas.
Lo declaro tan severamente, que la cría se detuvo por respecto. Los jóvenes intercambiaron miradas. Anpu apretó los labios como evitando decir algo que quizás le disgustaría al mayor. Pero Input no quería quedarse con dudas.
—Pero, no ha habido “guerras”—comento Input con cautela. Sokar se crispo—. Uno que otro pleito territorial, pero nada que los obligue a sacar armas.
—¡Por que la guerra no es entre ellos! —respingo guardando sus alas con media vuelta—. Los del Alto Kemet hicieron juramento ante su rey, no podrían alzarse con ellas sin el beneficio de el ¿a quién le conviene perder guardaespaldas por pelelas tontas? Y los del Bajo Kemet son pacifistas, no son una amenaza que se deba obligar con armas. Lo que hice fue desarmarlos ante enfrentamientos contra otras razas.
—¡Eso no puede! —protesto alzándose con las manos sobre la mesa—. El rey no rompería los tratados de paz. Seria desafiar a los Camefis, los creadores.
—¿Estas segura? —le miro sin dudar.
Una gota de sudor rodo por la mejilla de Input. La idea dio muchas vueltas por su cabeza. Tras la muerte del rey del Bajo Kemet ante la traición del rey del Alto Kemet, su nación cayo en una dictadura militar que los estaba arrastrando al borde del caos. Si ese daño se permitía en sus tierras ¿Quién evitaría lo hicieran también en extranjeras?
Se dejo caer en su lugar sentada.
—Debo volver—confeso ella en un susurro.
—¿Input? —intento llamarla Anpu al notarla tensa.
—Anpu—lo vio a los ojos—, debo regresar—luego se volvió a Sokar—. Lord Sokar ¿usted puede ayudarnos?
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***
Input no dejaba de envidiar las armas de Sokar mientras caminaban a la sala de forja. Sokar iba delante y ella hasta el final. La cría corría entre las estatuas gritándoles como si de verdad le hicieran caso. Las que perdió con los demonios fueron forjadas por un Pateco, pero no estaban a la par de estas. Cada arma tenía su diseño personalizado y jeroglifos tallados. Le llamaron la atención las dagas de un necher loba, como ella.
—Colmillos rabiosos—leyó ella.
—¡Ni se te ocurra tocarlas! —se sobresaltó ante la amenaza de Sokar—. Las armas no se roban, se ganan.
—¿Podría ganarme un arma suya? —pregunto emocionada. Anpu la volteo a ver alterado, haciendo una seña en su cuello de que se retratara de lo que dijo.
—Ya veremos—dijo Sokar cruzando la esquina.
Anpu la detuvo unos pasos atrás del brazo.
—¿Qué te pasa? —le pregunto ella.
—Te ayudare a conseguir una nueva arma después—dijo en voz baja—, pero no aquí.
—¿Y perder la oportunidad de conseguir la mejor arma que tendré en toda mi existencia? No gracias—se soltó suavemente y alcanzo a Sokar. Anpu rodo los ojos.
Cruzaron unas puertas de metal que se abrieron frente a ellos. Adentro, había yunkes alrededor de una forja gigante con forma cabeza de halcón con lava solar en su interior, cadenas colgadas, estantes con moldes de armas de diferentes tamaños y calibres, y repisas con martillos, cinceles y tenazas. Sokar rebusco entre los estantes murmurando acerca de algo que dejo por allí.
—¿No se sentirá solo? —le cuestionó Input a Anpu—. En algún punto debe querer regresar con los demás.
—No, arriba también se la pasaba por las sombras—contesto y se le cayeron unas cosas al herrero—. Y para el este lugar es su casa.
Input iba a decir algo más, cuando Sokar los interrumpió sacando un bulto gigante cubierto por una sabana, de detrás de los estantes.
—Aja—exclamo arrastrándolo por el suelo—. Sabía que aquí estaba.
Quito la sabana y ante ellos surgió una peculiar invención. Una cierra circular sostenida por astas de hierro y un sistema hidraulico para ajustar el ángulo de corte. Se sacudió las manos con un aire de orgullo a costa de la confusión de los otros.
—¿Y eso…como nos dará la llave para abrir los grilletes? —pregunto Anpu.
—Por favor, Anpu—le amonesto ella llevándose una mano a la cara—. Obviamente, eso es para romperlos… ¿verdad?
—Ninguna de las dos—dijo el mayor ajustando tranquilamente su invento. Anpu e Input cruzaron miradas. Sokar lanzo un suspiro—. Puedo hacer una llave nueva, pero no servirá. Esas cadenas las forjo el maestro—Anpu palideció al escuchar ese nombre—, todas sus creaciones están hechizadas por el mismo. Solo él sabe que hechizo de candado les puso. E igual su metal, tiene un hechizo de refuerzo.
El maestro era uno de los Camefis, y el que creo las artes laborales de Kemet, el maestro artesano. Todos los nechers y Aj-Sa artesanos aprendieron de él, pero ninguna estaba a la altura de su creatividad y calidad. Sokar solo era el necher que estaba por encima de los demás artesanos. Eso y que el maestro se negaba a realizar trabajos relacionados con lo bélico o que pudieran ocasionar daños.
—¡Karma! —maldijeron ambos.
—Para eso saque esta belleza—libero Ka del color de sus ojos y fue conducida dentro la cierra. Esta comenzó a girar a alta velocidad—. Como no puedo quitarles esos grilletes, tendré que arrancárselos con todo y tobillos—Lo dijo de una forma tan normal y sin prejuicio, que un miedo los invadió.
El ambiente cambio de ser un lugar seguro, a un cuarto perturbador de sombras. Anpu sintió la mano de Input agarrar su la suya. Quizás a propósito o quizás involuntariamente. Sentía su miedo e inseguridad. La idea de Sokar está fuera de lo que imagino. Para ese necher las mutilaciones eran insignificantes, de seguro pensaba que eran unos cobardes por perder una extremidad. Anpu no era ajeno a perder partes de su cuerpo, pero no deseaba que Input pasara lo mismo.
—¿Por qué esas caras? —cuestiono Sokar aburrido—. ¿Quieren ser libres o…
—Solo es necesario que yo me libere para poder usar mi don—interrumpió Anpu decidido—. Luego de sacar a Input de aquí conseguiré que el maestro nos de una llave para liberarla.
Input lo miro atónica. Dijo casi inaudible su nombre sin terminar de creer las agallas de Anpu por dejarse mutilar. Minutos atrás le había pedido a Sokar vendas nuevas para sus manos antes de que ella se las viera. Era consciente de que esas no eran las manos reales de Anpu, ella vio cuando su padre se las corto aquella vez por culpa de su cobardía…y que también ella lo dejo mal visto esa vez. Anpu apretó su agarre buscando trasmitirle confianza. No tenia las agallas de verla a los ojos, porque sabía que se rompería si lo hacía.
—Ok—dijo Sokar.
Anpu se safo con cuidado, pero ella lo detuvo del brazo.
—No puedes—lo amenazo. El no la miro—. Lord Sokar, debe tener alguna otra forma—le rogo.
—My lady—dijo dedicándole una sonrisa ligera—. ¿No dijo que quería un arma?
—¡Input, no te metas! —por primera vez le alzo la voz Anpu soltándose de su brazo. No fue con enojo o disgusto. Fue con preocupación y miedo—. Yo te traje aquí…y debo hacer los sacrificios para sacarte.
—Ay, no. Ya van a comenzar con sus dramas adolescentes—dijo para si Sokar sentándose en un banco junto a los yunkes—. Avísenme cuando se pongan de acuerdo.
—Ya está decido.
—No, no está—volvió a detenerlo ella y lo obligo a verla a los ojos. La mirada de Anpu lo delato—. Se que no quieres y no quiero que lo hagas… ¡No quiero que te vuelvan a mutilar por mi culpa!
—Pues hazlo junto a el—sugirió Sokar desde su lugar girando un martillo en su mano llamando la atención de ambos—. Si te cortas el pie tendré metal para hacerte alguna daga a lo mucho.
—¿De que habla? —pregunto ella y Anpu intento interrumpirlos.
—¿No lo sabes? — Sokar se acercó a ellos como sombra acechándolos—. Nuestros Dyets están conformados con metales invaluables. En especial nuestros huesos ¿Por qué crees que mis armas son tan poderosas? —Input no respondió. Las plumas de Sokar se esparcieron como sombras alrededor de ellos y con granos de arena simulaba escenarios y personajes vividos—. Un arma forjada con metal normal no es capaz de tolerar nuestro Ka. Si nunca has roto una con solo tu toque, entonces no mereces llamarte Necher. Pero un arma hecha con partes tuyas, es una extensión de tu cuerpo…es parte de ti, digna de tu poder—concluyo y disperso las arenas y plumas. Regreso al yunke vestido solamente de un sudario blanco empolvado y exhibiendo las garras de sus pies representativas de los halcones—. Esas armas que viste allá atrás, sus dueños se arrancaron sus mismos huesos para ganárselas.
—¡Es sufriente! —se opuso Anpu.
Ella comprendió porque Anpu rechazaba el arma. Comprendió la magnitud del riesgo y tomo una decisión.
—Lo hare—afirmo ella sin titubear y Anpu se crispo.
—Pedido recibido—dijo Sokar emocionado y sus plumas-sombra atraparon a ambos.
La acción sorprendió a ambos. Fueron alzados y sujetos de sus extremidades como si Sokar no confiara en que se mantendrían quietos y buscarían huir. Alzaron las piernas donde estaban los grilletes y se juntaron. Se posicionaron de forma que la cierra solo los cortara en esa parte y Sokar mientras los acercaba a ella, la acomodo de forma vertical.
—¡¿Por qué haces esto?! —le grito Anpu a ella.
—¡Eso no te incumbe! —respondió ella.
—¡Claro que me incumbe! ¡Eres mi responsabilidad!
—¡No uses esta situación de escusa, yo soy la verdadera responsable!
—¡Yo te traje aquí cuando pude haberte enviado a otra parte!
—Aprovecho para advertirles que no me hago responsable de sus decisiones—dijo Sokar sentado en su banco—. Pero si del producto final. Lady Input ¿Qué arma maneja? ¿arco? ¿mazo? ¿cuchillos?
—¡Ninguna! ¡Liberarla, viejo saco de huesos polvoriento! —lo amenazo Anpu—. ¡Tu solo quieres una nueva arma para no aburrirte!
—¡Y si fuera así ¿Cuál es el problema?! —le regaño ella— ¡Lo que decida con mi existencia se volvió independiente a la tuya desde que jamás volviste por mí!
Esas palabras fueron el golpe más fuerte que le dio a Anpu. Y el que le penetro hasta lo profundo de su Ib. Tuvo que recapacitar cuando le cierra estuvo a escasos centímetros. Ambos cerraron los ojos y Anpu dijo sus últimas palabras antes del impacto.
—No volveré a dejarte atrás—apenas pudo decir sin romperse.
La cierra paso rozando sus tobillos por debajo hasta irse de largo. La cadena callo al suelo y la cierra ceso. Las plumas-sombras los llevaron hasta los bancos y volvieron a su dueño para cubrirlo. Seguían congelados en la posición acomodada con las piernas juntas y alzadas. Sin valor de abrir los ojos y atestiguar su condición.
En ese momento entro la cría de devorador luego de aburrirse jugando entre las estatuas. Ni así ellos reaccionaron. Les gruño y permanecieron quietos.
—¡Ey, no! —le grito Anpu sobresaltado por su mordida—. No muerdas mi… ¿pie?
Los pies de ambos permanecían intactos. Con los grilletes. Pero enteros. Anpu examino y toco su pie incrédulo. Input estaba igual. Comenzó ella a sobarse su pie también como si no pudiera creerlo.
—¿Y eso que fue? —cuestiono ella al herrero.
—¿En serio creyeron que soy tan sínico como para mutilarlos? —respondió el volviendo con la cadena que les había cortado.
—Dijo que no podía cortarla—reclamo Anpu señalando la cadena.
—Los grilletes—aclaro—. El problema son esos grilletes. Uno de los hechizos que maneja como forma de candado, es que, si te cortas la parte del cuerpo donde esta activada, esa extremidad jamás se regenerará y cualquier implante que intentes usar será desintegrado. El maestro tiene buenos motivos para no fabricar armas—. Los jóvenes y la cría se le quedaron viendo entre escéptico y enfadados—. No me miren así, les ayude a que puedan moverse sin estar juntos.
—¡Pero seguimos aquí! —bramaron ambos de un salto.
—Pero ahora Anpu puede irle a pedir la llave al maestro sin miedo a que te descubran—soltó y Input miro a Anpu.
—¿De qué está hablando? —pregunto confundida y él se alejó nervioso.
—¿De cuándo acá es bromista? —cambio la conversación Anpu señalando a Sokar.
Sokar sonrió.
—Puedo sentir los Ibs en la oscuridad—confeso entre divertido y melancólico cargando a la cría como todo un experto en domar bestias salvajes, que, al parecer, a ella le agradaba—. Desde que entraron en mis tinieblas supe que había tensión entre ustedes…me recordaron a mí y a dual—añadió alzándola sobre su cabeza como si fuera una bebe normal—. Los duales son el compañero del otro en las buenas y en las malas, su complemento.
Bajo a la cría con cuidado pese a que ella se negaba. Ninguno dijo nada, miraron a los costados algo avergonzados evitando verse.
—Anpu—rompió el silencio Sokar—. Sabes muy bien el lio en el que te metiste al traerla aquí. En otras circunstancias te hubiera delatado—miro a Input—. Solo esta vez, seré cómplice.
***
—Sigo insistiendo que esa broma no era necesaria—reclamaba Anpu regresando al barco Henu.
—Al menos lo de los huesos no era verdad—dijo Input aliviada.
—No. Eso si era verdad—revelo Sokar. Input se paralizo a medio camino—. Por favor, my lady ¿jamás se cortaste un dedo y este le volvió a regenerar? Tu padre seguido me traía los suyos, el estúpido se la pasaba perdiendo armas y rompiéndose huesos. Tu madre era como ese chacal—señalo a Anpu—, se las ingeniaba para salir ilesa y completa, nunca me dio material para darle un arma.
—No sabia que mi madre también peleaba.
—No sabe, estaba en el área de soporte junto a tu tía y las escorpiones.
Una vez los cuatro subieron, Sokar hizo parecer un bastón negro con cabeza en forma de gancho. Golpeo el barco con el y su Ka se expandió. La cabeza de oryx parpadeo y se sacudió como si acabara de despertar.
—Despierta, Henu—ordeno Sokar—. Debes llevar a estos tortolos a la fortaleza antes de que llegue el heraldo del maestro—Henu meneo sus orejas en afirmación y giro su cuello media vuelta para estar de frente. El barco se estremeció, desentumiéndose luego un largo periodo de sueño. Movió sus remos y comenzó a elevarse en el aire—. Se los prestare ¡Pero si encuentro un mínimo rasguño! —amenazo al final.
—¿Puedo preguntar? —hablo Input—. Exactamente ¿de qué me estoy perdiendo? Que no entiendo nada de lo que está pasando.
Sokar e Anpu intercambiaban miradas de complicidad.
—Sera mejor que se retiren rapido—les aconsejo Sokar acariciando la cabeza de Henu antes de desplegar sus alas y liberar una nube de polvo que anticipaba la oscuridad. Se acerco a Input—. Lady Input, cuando tenga el material, envíenmelo—ella asintió—. En cuando a la herramienta para obtenerlo, debe hacerlo con sus propias fuerzas y manos, jamás se pase armas hechas de huesos nuestros.
—¿Por qué? —pregunto con curiosidad.
—Porque terminara como las manos de el—señalo a Anpu del otro lado del barco tratando de relajar a la devoradora.
Input suavizo su semblante.
—Lord Sokar…esas manos que tiene Anpu…
—Quizás deba hablar en confianza con él. Su creador Atum los guarde—se despidió antes de volar lejos del barco y funcionarse con la oscuridad de sus plumas.
La gloriosa herrería volvió a sumergirse en tinieblas y los duales con la devoradora salieron a toda velocidad en el barco flotante. Ellos no lo supieron, pero en cuanto salieron en el pasadizo secreto, la puerta de entrada se abrió. El sistema de seguridad se activó, pero el vapor no extendió las llamas del nuevo visitante. Una bola de fuego tan luminoso como el sol.
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