Su majestad lo esperaba y ansiaba entre sus sábanas, sintiendo cada pliegue de la plateada tela contra su desnuda piel. Quería sobre todas las cosas volver a soñar, volver a aventurarse en esos peculiares universos creados por su imaginación.
Mas eso no ocurrió.
Como otra noche más, cayó en las garras del temor y del engaño, para ser conducido con gracia hasta las puertas de la tierra conocida como Pesadillas.
Lo intuyo. Lo veo. Al caer tus párpados seré envuelto. Lo oigo. Lo siento. No conseguirás despertar sin mi consentimiento.217Please respect copyright.PENANApsdbd5Lzr7
—Eso no es verdad.217Please respect copyright.PENANAeBboYyI0Uz
Sigue soñando, empieza a soñar. Duerme y mañana ningún recuerdo tendrás.217Please respect copyright.PENANAJQDiV28doI
—Claro que los tendré.217Please respect copyright.PENANAAIgNCDW9Yz
Eso crees, eso dejarás de creer. Porque eres vacío, solo una cáscara. Porque sientes frío, cual alma barata.217Please respect copyright.PENANAkNMLMkZFn3
—¿Cómo?217Please respect copyright.PENANABJncI7ZVbe
¿Ves? Sin saber de qué hablo, te enfadas por cualquier vocablo.217Please respect copyright.PENANAEDdlN7X5R7
—Porque tú no me has dado ninguna explicación.217Please respect copyright.PENANACU9LwIuSwQ
Porque solamente has de ver sin razón.217Please respect copyright.PENANAXhyXLXi2iT
—¿Sin razón? Considero necesaria la lógica en todo. Y más en esto.217Please respect copyright.PENANALxmp16cZRd
No soy yo quien está fallando en la conversación.217Please respect copyright.PENANAHh8E9LZemY
—¿Esta conversación es real?217Please respect copyright.PENANAp86r6lAXsh
Dependerá.217Please respect copyright.PENANAefJARi6zPM
—Entonces es mentira.217Please respect copyright.PENANACyEL3xX6Xj
¿Lo jurarías?217Please respect copyright.PENANAxeR5sM01n6
—Desaparece de mi mente. No existes.217Please respect copyright.PENANA8ZiYOfzmMv
Existiré.217Please respect copyright.PENANAHRuP6KXCYM
—No, no lo harás.
Me verás en tus pesadillas, los sueños que nunca deseaste tener. Y atormentándote estaré, hasta el día en que me devuelvas la existencia que me gané.217Please respect copyright.PENANAGBmmiMNzW7
—Así no funciona el mundo.217Please respect copyright.PENANADFWxKC8d5k
Mas así funciona el tuyo.
El rey se despierta, como siempre, en su ancha y solitaria cama, en la misma posición con la que ayer se acostó. Nunca se mueve. Ni cuando dormido consigue entablar platicas tan siniestras como de la que acaba de salir.
Sacude la cabeza apartando pensamientos innecesarios y se levanta. Ha de vestirse rápido: quién sabe cuando aparecerá el fantasma que lo persigue día sí y día también.
Al terminar de prepararse anda hacia el comedor para desayunar junto a quien sea que también haya decidido empezar el día antes incluso del alba, que resulta ser nadie. Sigue sin creer que ni una vez se haya presentado su némesis. Sus siguientes tareas del día consisten en organizar lo que él decidió llamar La meta, que no es más que un burdo intento de ponerle fin a una guerra política-comercial dada justo en el reino vecino. A él no le incumbe, pero dadas las relaciones de interés que sí le conciernen, es su deber intervenir también. Se empezó a referir a estas reuniones con ese término porque todos sus demás camaradas siempre desean que lo que ocurra sea su fin, pero ese fin es equivalente al comienzo, es decir, el objetivo es volver al principio tras haber dado una vuelta y darse cuenta de lo inútil que fue. La meta de una competición de perdedores. El rey no cree en la victoria.
Aún se plantea profundamente qué se discutirá ese mediodía cuando el Sol se presenta con su más lenta entrada tras la cordillera del este. El rey no se percata de ello hasta que uno de sus habituales sirvientes, que no lo saluda hasta que el primer rayo de luz se refleja en su copa, lo reclama.
—Es otro gran día, rey Archibald.
—Ayer.
—¿Fue ayer mejor que hoy?
—Ayer dos completos desconocidos se pasearon por los laterales de mi hogar sin que nadie más que mi inepto hijo y su mascota se percataran.
—¿Se refiere al fantasma?
—Guarda silencio, Ro. Tu consumo de saliva roza el límite.
El sirviente Ro se arrodilla como disculpa. No se mueve hasta que el rey termina su discurso.
—Sé que los guardias estaban por ahí holgazaneando. Sé que alguien más los dejó penetrar mis muros. Y sé que tú eres el culpable.
—¿Puede este mísero ser defender su inocencia?
—Lo harás delante de mí y de Daga.
—¿Estoy sentenciado a muerte?
—Si es lo que quieres.
—No, no lo deseo, rey.
—Mientes. Por ello me aseguraré de que la tortura esté a la altura de tu consuelo. —El rey se limpia con la servilleta que tenía sobre el regazo, la deja sobre la mesa y se sienta de lado. Abre las piernas—. Acércate. Tu juicio será por la tarde. Hasta entonces te comportarás como si nada fuera a suceder.
—¿Procedo a la rutina, pues?
Con la afirmación del rey, Ro se arrodilla frente a él, despacio le retira el largo de la toga que le cubre las rodillas. Y procede. Por más lujurioso que sea el acto, el rey lo contempla impertérrito con la cabeza apoyada en una mano.
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