No puedes negar tu origen, es parte de lo que eres.
Esta es la historia de tres jóvenes...
Siempre he tenido la firme creencia de que, para lograr entender quién eres, debes de conocer tu origen.
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Ixane.
En mi corta vida (veras que tan corta, comparada con la de mis padres), nunca había tenido que escribir un diario, así que no tengo idea de por donde comenzar.
De acuerdo, he platicado con Xadul sobre mi idea, y él me ha aconsejado que sea honesto y que te escriba lo que no puedo decirte.
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Ixane,
Ocho han sido los años que han transcurrido desde que llegaste para cambiar permanentemente mi vida. Y no te lo digo con pesar, ¡al contrario! Me siento muy feliz y bendecido porque formas parte de mi vida.
Sé que, de acuerdo a las leyes y costumbres de los Pimaatiltle, aún falta tiempo para que cumplas la mayoría de edad, más no dejo de pensar que, de donde yo vengo, a los doce años tú seguirías siendo considerado un joven y no un adulto (y, a tus ocho años, seguirías siendo todavía un niño).
También sé que, a lo largo de los años, la tribu (en especial tu abuela) han hecho hasta lo imposible para que tú y yo no pasemos más de dos semanas en el mismo lugar, convirtiéndonos en extraños. Como consecuencia, me he convertido en un integrante de los Lacnalo. Y esto tampoco te lo digo con pesar, pues entre ellos he encontrado un lugar que me fue negado entre otros.
Heula y Xadul, a quienes has conocido anteriormente pero quizás no los recuerdes, me han acogido en su hogar, y es gracias a Heula que he decidido comenzar este escrito. Yo preferiría hacerlo cara a cara, pero me ha resultado imposible, por decir lo menos, acercarme a ti en las últimas semanas. Entonces, al verme llegar exhausto de una de mis excursiones para encontrarte, Heula me propuso escribirte una carta, explicándote la situación.
Lo difícil es resumir todo lo que te tengo que confesar.
Bueno, no confesar, al fin y al cabo, yo no he hecho nada malo (o eso creo), pero me han obligado a callar acerca de mi lugar de origen y todos los demás detalles de mi vida antes de que conociera a tu madre. Y, no sé si sepas esto, pero, a partir de tu nacimiento he sido evitado, ignorado y amenazado por todos los Pimaatiltle.
Inocente como era entonces, me dolió. ¡Claro que me dolió!, ser rechazado siempre duele.
Y aunque quizás inconscientemente lo esperaba, más nunca quise admitir, tu abuela (y el Consejo) me excluyeron de todas las decisiones concernientes a ti y tu bienestar. Sin embargo, lo que nunca me esperé fue… que tu madre no dijera nada al respecto.
Déjame aclarar que por ningún motivo estoy culpando a tu madre de todo lo que ha pasado, yo también he tenido mucha de la culpa, pues nunca he abogado por mis derechos como tu padre, y he permitido que los demás decidan por mí. Muy cobarde de mi parte, si me lo preguntas.
Por eso puedo comprender exactamente por qué, la última vez que nos vimos, hace un par de meses, me preguntaste enérgicamente… uhm, no, de hecho, fue más un reclamo que una pregunta… bueno, me preguntaste por qué no había estado presente en la ceremonia de tu Dline Xakea.
En ese momento no pude contestarte porque… bien, la verdad es que no supe cómo.
No podía intentar explicarte sin tener que entrar en detalles. Y, me temo que, al no decirte, desperté en ti un resentimiento que siempre preví… y que temí.
Quizás esta sea la mejor manera de explicarte las cosas. Quizás no. Como sea que fuere, tengo más de una razón para escribirte.
Puede que pienses que estoy tratando de redimirme contigo. Y, no te voy a contradecir; pero, mi más profundo deseo es que podamos vivir juntos en el futuro. Sin excusas y sin amenazas.
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Así que, primeramente, he de decirte que sí estuve presente en la ceremonia, a pesar de que no me viste.
No puedo describirte la sensación de orgullo que me provocó verte de pie entre todos los niños de tu edad, con tus vestimentas color verde que hacían resaltar el bello tono de tu piel y con la corona de flores que llevabas en la cabeza, la cual se complementaba espléndidamente con tu túnica. El ver tu cara llena de determinación por la inminente situación de la que ahora eres parte, me provocó una inmensa sonrisa.
Sé que estuviste buscándome entre la multitud, pude verte, y, por el más breve de los momentos, nos miramos directamente a los ojos. Estoy más que seguro que no te diste cuenta, pero mi sonrisa se extendió más allá de mis orejas cuando esto ocurrió. Y… mi corazón, tan lleno de orgullo y satisfacción, se desgarró al no poder acercarme a felicitarte al final de la ceremonia, y al no haber podido compartir la cena contigo.
Por un momento pensé que tu madre se acercaría a ti… pero, me equivoqué. Y, verte ahí sólo, sin que pudieras compartir tu cena con alguien… que nadie te dirigió la palabra y… que ni siquiera te preguntaran si necesitabas algo… Todo esto me partió el alma.
Esa noche te observé dormir. Te tomé de la mano y te consolé cada vez que gemías en tus sueños. Más tuve que partir antes del amanecer. No podía seguir ahí sin tratar de consolarte y no podría hacer eso sin romper mi promesa…
Hace años que hice esa promesa, y no pasa ni un solo día en el que no me arrepienta de haber aceptado. No obstante, en el momento, me pareció la mejor decisión y, ¡que tonto fui!
La condicionante fue que nunca te diría ni una sola palabra y… bien, si lo analizas, no estoy incumpliendo la condición, pues no te lo diré… te lo escribiré.
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Ixane, el día en que naciste fui el más feliz.
Cuando te pusieron entre mis brazos y sentí tu calor… No tengo una manera de describirte con precisión lo que sentí. Fue una mezcla entre euforia, orgullo, regocijo, aprensión, miedo, pánico, ganas de gritar y saltar de felicidad, de abrazarte fuertemente y nunca más soltarte.
Cada gesto, cada sonido que emitías me enternecía aún más, y, al mismo tiempo, me hacía temer que nunca podría evitar que sintieras soledad, desesperanza, rechazo, tristeza.
No quería que nada ni nadie borrara esa bella sonrisa de tu rostro.
Pero, como en toda historia, llegó un fatídico día en el que nuestra familia se vio amenazada y, por consejo de tu abuela, nos mudamos de la costa hacia el norte, donde vivimos apaciblemente entre los Lacnalo por un par de años.
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Seré honesto y te diré que, al principio, no pensé que me aceptarían. Al parecer todos me temían y trataban de evitarme lo más posible; más los Loeoranga me acogieron y, cuando les enseñé algunos trucos de agricultura, encajé perfecto entre los demás de la tribu.
Si bien yo iba encajando, tu madre se iba sintiendo más desconectada, y un día se me ocurrió que regresáramos a la costa, para visitar a tus abuelos. Tu madre estaba tan feliz de haber vuelto que, cuando planeaba nuestra partida, tu abuela se acercó a mí y me pidió que les dejara quedarse unos meses extra. Yo no lo dudé.
Mientras tanto, regresé a nuestra pequeña choza en tierra de los Lacnalo y, aunque los extrañaba tremendamente, me empeciné a la idea de que estaban felices y a salvo con tus abuelos. Lo que, a su vez, me impulsaba a quedarme en mi lugar y no salir por ustedes.
Algunos meses después de haberlos dejado a cargo de tus abuelos, recibí una carta en la que me informaban que tu madre había decidido convertirse en la sacerdotisa mayor del templo de Ticuntiltle, y que había partido a la tierra de los dioses (Oronea) para comenzar su preparación. Entre tanto, tú permanecerías a cargo del Consejo de Sabios, quienes te educarían para que algún día sucedieras a tu madre.
Si bien sé que no tengo derecho a oponerme a que tu madre cumpla sus sueños, tú eras demasiado pequeño para que te separaran completamente de tus padres. Así que, en ese preciso momento me traslade al risco y… le pedí, le exigí y hasta le suplique a tu abuela que me dejaran llevarte conmigo.
Nada sirvió.
Onku y sus soldados me golpearon cruelmente y me abandonaron en la entrada del siguiente poblado con un pergamino que contenía instrucciones de tu abuela.
El mensaje, que nunca pude ver porque estaba dirigido a Foeodul (el Loeorang en turno), decía que tu madre ya no era mi esposa, pues había aceptado servir únicamente a Ticuntiltle y requería de un voto de celibato estricto. Y, hablaba sobre tu enclaustramiento hasta que tuvieras la edad oportuna para seguirle.
También decía que no podría verte, salvo por un par de semanas al año (que ellos establecerían) y que tú serías llevado a mí, pues yo no podría volver a poner ni un solo pie dentro de su territorio.
Aunado a todo esto, yo tendría que guardarme todo tipo de información que ellos no quisieran que tú supieras, como mi origen, porque vivimos separados, porque no te voy a visitar, porque tu madre ni siquiera te dirige la palabra… y esto explica por qué un soldado te acompaña cada minuto del día cuando estás conmigo, ¡pff!
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Y es así como nos encontramos en esta situación, ixane.
Sé que hay muchas cosas que tengo que decirte, que quiero explicarte para hacerte entender. Y espero que, dentro de unos meses que nos veamos, yo haya logrado terminar por lo menos este escrito.
Por ahora te escribiré la historia que me dio origen.
Me he debatido mucho sobre cómo debo contártela: ¿debo sólo enumerarte las cosas que ocurrieron?, ¿debo sólo contarte sobre mis padres y cómo es que llegue aquí?, o, ¿debo contarte todo, incluso lo que no está muy relacionado con mi engendramiento y mi ultimado exilio en estas tierras?
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Bien. Lo platiqué con Heula y Xadul, ambos me han recomendado que te narre lo que yo estime necesario… lo que me dejó en la misma confusión que tenía.
Por lo que creo que, lo mejor sería contarte tooooodas las historias que confluyeron para que yo llegara hasta este momento. Y, me parece que la mejor manera de hacerlo será escribiéndolo a manera de un cuento o historia, porque, no pasa desapercibido para mí que tú sigues siendo un pequeño que disfrutaba de las historias fantásticas que mis hermanos Xadul e Heula te relataban, muy a pesar de lo que digan los Pimaatiltle, y su ‘ceremonia de separación’.
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Así pues, los siguientes pasajes de este diario que he creado te irán informando sobre los usos y costumbres de la tierra que me dio origen… y, sí, me divertiré un poco al imaginarme exactamente lo que cada quien dijo en cada etapa de la historia; porque, a pesar de que conozco todo lo que ocurrió, me daré una ‘libertad artística’ con los diálogos que escribiré.
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Por ahora dejaré de escribir, ya casi amanece y debo salir a atender mi pequeña parcela. Cuando regrese, estoy seguro que sabré cuál será la mejor manera de comenzar.
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Descansa mi pequeño, donde quiera que estés.74Please respect copyright.PENANAW4zP5sBSH9