El plan era sencillo. Los Mëentu irían a Thenda a pedirle ayuda a los Rhelmu para encontrar a Rymalan y a los Ballos. Fiomel y sus tres hijos, acompañados por Dolan, emprenderían el camino en cuanto Olda se terminará de recuperar.
Aunque tuvieron que pasar unas diez semanas desde el ataque de los zorros en los plantíos, para que el joven Ballos pudiera levantarse de la cama sin retorcerse por el dolor. Sí, así de cruento fue el ataque.
En la sala de estar, Fiomel, Zaskhea y Do, tenían ya preparados varios paquetes de ropa, provisiones, la botella de metal que la Zedlon había desenterrado hacía un par de meses, conteniendo el agua de la catarata de Thenda, y uno de los talismanes de Mhylan (para evitar quedarse sin agua durante el largo trayecto).
A minutos de emprender el viaje, Murdice y Mnanoz llegaron a casa de Fiomel; entraron por la puerta trasera de la cocina, con un par de bolsos amarrados a sus espaldas, llenos de ropa y algo de comida. Nerviosos, se acercaron a la sala de estar, donde los demás se encontraban repasando todo lo que llevarían.
Fiomel fue la primera que los sintió “¿Qué hacen aquí?” les preguntó preocupada “¿Acaso ocurrió algo con sus padres?”
“No… tía” Murdice logró decir entre jadeos.
Mnanoz fue la que le contestó entre respiraciones “Mis padres … no saben … que estamos aquí. Decidimos… ir con ustedes”
“¿Qué? Y, ¿quién los invitó?” Do le preguntó.
Disgustada, Mnanoz entrecerró sus ojos “Sabemos lo que somos. No pensamos perder la oportunidad de recibir un poder sólo porque nuestro padre se opone”
“Pero, ¿cómo se enteraron?” Mhylan interpuso “Su padre juró que ustedes nunca lo sabrían”
Murdice bajó la mirada, apenado “Escuchamos a la tía revelarle todo a Olda”
“Ah!, ¿así que nos andan espiando? ¿No es suficiente con tenerlos aquí todo el tiempo?, ahora … ¿también nos espían?” Do dijo exaltada.
“Cállate” Mnanoz le respondió igual de mordaz.
Fiomel, molesta, se volvió hacía sus sobrinos “¡Mnanoz!”
“¿Qué? Nunca los hemos espiado”
La Zedlon movió la cabeza, desaprobando sus palabras “Bien, si saben ahora lo que son, también deben saber que sé con certeza cuando están mintiendo. Y en este momento, Mnanoz, me estas mintiendo”
La Ballos puso los ojos en blanco. Ella había sido acostumbrada por su padre y muy a menudo por Rymalan, a menospreciar a todos sus primos “¿Pues qué? Sí, los espiamos. ¿Contenta? ¿Y eso que? No tienen ni idea de lo que tuvimos que hacer para llegar aquí” Mnanoz terminó con un tono amargo.
“¿Su madre sabe que están aquí?” Fiomel miró a cada uno de sus sobrinos, poniendo especial atención en sus energías.
Murdice frotó su nariz, incómodo “Sí, ella sabe”
Mhylan y Fiomel se miraron, ambas Mëentu sabían la capacidad de Follen de alterarse por la más simple de las cosas. Y se habían planteado, en incontables ocasiones, que ambos hijos de Follen sufrían de maltratos físicos por parte de su padre; sin embargo, nunca habían podido comprobarlo.
“Desde el principio del año… después de la llegada de aquel naufrago, nuestro padre nos prohibió tajantemente acercarnos siquiera a sus terrenos” Murdice limpió un poco de sudor de su labio superior “Quisimos venir para cerciorarnos de que estaban bien” al pronunciar estas palabras, el Ballos miró a Zaskhea directamente “No pudimos venir antes, cuando… la oscuridad”
Fiomel analizó las energías de los hijos de su cuñado, encontrando sinceridad y también, insolencia.
Por una parte, la Mëentu notó la genuina preocupación de Murdice por su familia y cualquier evento que ocurrió desde la llegada de Eazon a la isla; y, obviamente, no dudaba de sus nobles intenciones, en particular en lo concerniente a su hija mayor.
Pero, por otra parte, estaba su sobrina, quien era obstinada, egoísta y bastante petulante. Esta niña, a la que sus padres habían criado para ser tan superficial y creer que tenía el derecho de menospreciar a cuanta persona se le ponía enfrente, seguro ya se había armado un plan fantástico en la cabeza para obtener lo que se proponía: poderes. Lo más preocupante, a decir de Fiomel, era que Mnanoz no parecía tener conocimiento alguno sobre las consecuencias que su decisión traería sobre ella y sobre los que la rodeaban.
También tenía que admitir que intentar siquiera disuadir a la hija de Follen de su plan sería, básicamente, imposible; y, al mismo tiempo se encontró con que tampoco podía decirle que no podía ir con ellos, pues su sobrina, al igual que sus hijos, merecía la oportunidad de escoger lo que quisiera hacer con su vida futura. Y, finalmente, tenía la certeza de que, si Mnanoz ya estaba completamente segura sobre ir a Thenda, no habría poder que la detuviera.
Sus pensamientos se volcaron hacia sus hijos, y se planteó la posibilidad de que alguno de ellos estuviera en el lugar de alguno de sus sobrinos. Fiomel sabía que estaría mucho más tranquila si supiera que sus hijos viajaban, por lo menos, con algún familiar que les pudiera ayudar a no perderse en camino a un lugar completamente desconocido para ellos. A pesar de la desaprobación que ella o el propio Rymalan tuvieran al respecto.
Y es así como Fiomel, después de un pequeño diálogo interno, suspiró bajo y dijo “No quisiera que su padre se molestara, preferiría hablar con él primero”
“Pero…”
“No es justo, tía…”
“Quizás, Mnanoz. Pero ustedes no son mis hijos, y no puedo llevarlos a un lugar tan remoto sin la aprobación de sus padres. Quizás a Murdice, pero no a ti. Tu aún no tienes veinte”
“¡Pero, tía!”
Justo en ese momento, alguien tocó la puerta principal de la casa. Dolan se acercó para abrirla, y una ráfaga de viento entró junto a Dhyfe, quien no permitió que nadie reaccionara mientras se adentraba a la sala de estar, algo agitada, pero aliviada “Fiomel, que bueno que todavía no han partido”
“¡Dhyfe!”
“¿Podemos hablar en privado?”
Fiomel asintió, rígidamente “Vamos a mi alcoba”
Las dos Mëentu se hicieron camino entre los Ballos, Dolan y Mhylan, hacia la habitación de la Zedlon. Fiomel permitió que Dhyfe entrara primero a la habitación, y siguiéndola, cerró la puerta firmemente.
“He venido a pedirte que por favor lleves a mis hijos a Thenda” Dhyfe le susurraba rápidamente en Brichea Andii.
Fiomel no contestó, sólo la miró por un largo rato mientras decidía si estaba más ofendida porque Dhyfe asumía que ella haría el favor que le pedía, responsabilizándose de sus hijos y de lo que diría y haría Follen cuando se enterara; o porque no había siquiera venido a preguntar qué era lo que había ocurrido después de que Fiomel había usado sus poderes tan abiertamente aquel día.
“Probablemente sé porque estás molesta. Debes saber que no pude acercarme, Follen no me lo permitió, ni a mí ni a mis hijos” Dhyfe contestó a las energías que sentía de parte de Fiomel “Sé que lo que te estoy pidiendo es algo muy grande y quisiera de alguna forma asegurarte que, algún día, de alguna manera, te lo pagaré; pero te estaría mintiendo”
“Entiendo” Fiomel comenzó “Pero antes, contéstame algo, ¿qué necesidad tienes de que tus hijos vayan?”
“Fiomel, quiero que vivan una larga vida. No quiero que les pase lo mismo que a Sogre” tristeza se vislumbró en los ojos de Dhyfe, quien cada recordaba a su hermano, lo hacía con mucha melancolía.
“Pero el tiempo de Murdice ya pasó, lo sabes. Es la ley de los Rhelmu”
Los ojos de Dhyfe se llenaron de lágrimas “Lo sé, pero esperaba…si Zaskhea recibe poderes, y ellos se unen sagradamente, él podrá vivir, aunque no tenga poderes”
La Zedlon se sorprendió por las palabras que acababan de salir de la boca de Dhyfe. Sí, era cierto que en algún momento Rymalan y Follen habían discutido la posibilidad de que Murdice y Zaskhea se casaran, sobre todo si ninguno recibía poderes de los Rhelmu; sin embargo, había quedado en la posibilidad, no había nada escrito ni acordado formalmente. Fiomel sabía que Murdice tenía sentimientos muy fuertes hacía su hija, quien, a pesar de no reciprocarlos de la misma manera, sí los tenía. Aunque en estos últimos meses, había notado que su primogénita ya no sentía lo mismo. La Zedlon creía que esa pequeña esperanza de la cual su sobrino podría apropiarse, se comenzaba a desvanecer.
“Dhyfe, no sé si mi hija quiera unirse a Murdice. Es más, no sé si ella sienta el emalhy con tu hijo”Fiomel vio cómo la boca de Dhyfe se contorsionaba “Además, ella tendrá que decidir si quiere recibir poderes de los Rhelmu. No la voy a forzar a hacer nada que ella no quiera”
La poca esperanza con la que Dhyfe había llegado a casa de Fiomel se iba disipando. Fiomel se sintió mal por eso, pero estaba firme en su decisión. No obligaría a Zaskhea a unirse a Murdice si ella no lo deseaba.
Y, muy a pesar de que Dhyfe se sentía desesperanzada y algo insultada por la proclamación de Fiomel, no podía dejar que sus hijos perdieran esta rara oportunidad “Entonces, solamente te pido que permitas que mis hijos vayan contigo a Thenda. Les daré instrucciones de que permanezcan ahí, hasta que yo pueda unírmeles”
“¿Y, Follen?”
“No te preocupes por él, yo me encargo de todo aquí”
Fiomel asintió, aprobando esta nueva propuesta “Bien. Creo que es todo” la Zedlon se dio media vuelta para salir de la habitación y emprender el largo viaje.
“Espera” Dhyfe le transmitió arrepentimiento sin decir lo que Fiomel esperaba, ultimadamente dijo “Gracias”
Afuera de la habitación de Fiomel estaba Mnanoz, acostumbrada a espiar a sus mayores, a sus primos, a su hermano, intentando escuchar lo que hablaban su madre y su tía. Y me agrada decir, aunque no deba, que no entendió ni pío de lo que dijeron, pues toda la conversación se llevó a cabo en Brichea Andii; lengua que ella no conocía.63Please respect copyright.PENANADjs7TaBiIs
Así entonces, cuando Fiomel abrió la puerta de su habitación, la Ballos se tropezó con sus propios pies, en el afán de regresar corriendo a la sala de estar con los demás, pero ya que la Zedlon fue demasiado rápida, no le permitió siquiera acercarse a la habitación contigua. Fiomel la miró decepcionada, y sacudiendo la cabeza, se hizo camino hacia la cocina para tomar más provisiones para el viaje.63Please respect copyright.PENANA8wwlafLDYr
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