Después de caminar a través de diversas tierras pobladas y despobladas en la isla, Dolan y Mhylan llegaron finalmente a la meseta que, según las apariencias, escondía a Mez Orore Alnne del resto de la isla, a media mañana del quinto día; es decir, alrededor de la hora veintiséis del ciclo solar. Allí, los primos observaron desconcertados el horizonte desierto, pues el poco mar que Eazon les había dicho que todavía rodeaba a la isla, y que ellos habían visto en su visita anterior, había desaparecido. Los dos sacudieron sus cabezas, incrédulos.
El viaje desde la montaña que Mhylan habitaba lo habían realizado en un menor tiempo del esperado, y la Mëentu se había mostrado un poco más considerada con su primo, al evitar hacer que lloviera copiosamente; aun así, Dolan no se encontraba nada agradecido.
“No puedo esperar a llegar a casa de Rymalan y tomar un gran tarro de aguamiel caliente” él la miró con algo de desprecio “Mhylan, no entiendo cómo es que soportas esto, todos los días” él dijo mientras señalaba el cielo. Aunque… creo, no, estoy seguro de que se refería a la lluvia.
Ella alzó los brazos por encima de su cabeza, las palmas de las manos abiertas, permitiendo que se mojaran con el agua que caía de las nubes “No sé, el agua es mi…” la Mëentu, seria, vio con un tinte de añoranza al horizonte, perdida en una imagen mental del juego de luces que se formaba donde el agua del mar toca al cielo “Sinceramente, no sé cómo terminar esa oración, Dolan. Solamente sé que tiene que haber agua alrededor de mí para que me sienta en casa”
“Ah, ¿sí? ¿Por qué vives en la montaña entonces?” su primo le reclamó, indignado por su declaración.
Los labios de ella se contorsionaron desigualmente “Pues, a pesar de que amo el agua, el agua corriente… me trae malos recuerdos”
Él la miró interesado, haciéndole una pregunta silenciosa.
“No sé, mis padres” Mhylan encogió sus hombros “Siempre tuvimos una relación algo… tensa, forzada, ¿sabes? Ella… mi madre, me refiero, creo que fue ella la que me hizo tenerle aversión” la Saizar pestañó rápidamente, evitando que una lágrima saliera de su ojo “Cuando tuve el suficiente valor para irme de casa, lo primero que hice fue ir con mi tío Nibe. Les dije a mis padres que quería ir a verlo; ellos no objetaron” la Mëentu añoró el recuerdo de esos días “Siempre tuve una relación cercana con él; esto fue antes de que él se uniera con su Mogan, claro. Y bueno, pues, estando en su casa, le pedí que me llevara a Thenda, a recibir mis poderes”
“¿Cuántos años tenías?”
Una pequeña sonrisa se esbozó en su boca “Doce”
“¿Doce?” él repitió.
“Sí. Bueno, yo crecí como Ballos, mis hermanos mayores ya eran Saizar cuando yo nací” Mhylan volvió a observar el horizonte, y esta vez, al recordar su infancia, sus ojos sí se llenaron de lágrimas “Mis padres… Bueno, no, en realidad fue mi tío el que me informó sobre la opción que tenía de convertirme o de permanecer como humana. Ni por un momento lo dudé. Nibe me llevó a Thenda, y ahí realicé mi petición a los Rhelmu”
“Y, ¿qué paso después?”
La Mëentu suspiró profundamente, aspirando el aire caliente que subía desde el bosque de su primo hasta lo alto de la meseta “Después de un par de años de vivir en Thenda, y ya que me había convertido en Saizar, regresamos a Musttârqwy, Nibe, Alana y yo. Y permanecí con ellos, hasta que se unieron, unos siete años después”
“¿Y tus hermanos?”
“Pues en el momento en que me convertí todos ya eran mayores. Gbhylur ya estaba unida con Bige y ya habían tenido a sus cuatro hijos. Alana es una de sus hijas, Gbhylur-tul-Alana, que fue la que se unió con mi tío Nibe” Mhylan sonrió genuinamente, deseando poder ver y abrazar a sus tíos “Los demás no se habían unido”
“Espera, pero, ¿no me habías dicho que tenías una gemela?”
“Sí. Mhyle”
“¿Y?” Dolan hizo un gesto con la mano, alentándola.
Ella se volvió a encoger de hombros “Pues, ¿qué quieres que te diga? Nunca nos llevamos bien. Siempre peleábamos. Cuando ella causaba un problema, no importaba que tan pequeño fuera, siempre me inculpó. Y mis padres nunca vieron la verdad, siempre me hicieron cargar con sus fechorías” la Saizar dijo con indiferencia.
“¿No los has visto desde entonces?”
“No” ella le contestó a la vez que se hacía camino meseta abajo, y hacia la casa de Rymalan. Media meseta abajo, casi al borde del bosque que cubría los terrenos de su primo, Mhylan miró a Dolan y le comentó “¿Sabes qué? Cuando te apareciste en mi puerta, hace más de un año, estaba planeando ir a Musttârqwy por una temporada”
“¿En serio? Me lo hubieras dicho, habría buscado otras acomodaciones” él alzó los hombros, despreocupado y algo apologético, en lo que ambos cruzaban ya el frondoso bosque.
“Dolan, en esta isla no hay cuevas para que te escondas”
El movió la cabeza, algo irritado “Bueno, dime algo, si tú te vas de la isla, ¿deja de llover completamente?”
“Pues sí y no, ¿por?”
“¿Cómo sí y no?”
“Bueno, debo de estar presente en cualquier parte de la isla para que en todos los ciclos solares llueva. Si yo no estoy, sí llueve, pero no todos los días, y no en todos los ciclos”
Dolan bufó “Hmm, definitivamente me hubieras dicho antes que querías irte. Habría estado mucho más seco durante mi estadía”
Ella lo golpeó juguetonamente en el brazo “Ya no me molestes”
Deteniéndose abruptamente unos metros a la izquierda de un claro que él recordaba de su última visita a la aldea, el Mëentu giró lentamente su cabeza hacia este.
Mhylan se sintió mal, pues empezó a sentir una fuerte energía de enfado “Perdón, Dolan, no te enojes, sólo bromeaba”
Él no la miró, aunque sí le contestó antes de caminar en dirección al claro “No soy yo”
Entonces, la Mëentu dirigió la mirada hacia donde Dolan caminaba, y fue que volvió a sentirla, esa furia que emanaba de su sobrina Zaskhea. Mhylan se sintió confundida, nunca antes había malinterpretado las energías de sus sobrinos, y en esta ocasión la Ballos la había tomado desprevenida. Quizás por la añoranza que sentía de ver a su tío, se dijo.
En el claro, Mhylan la vio deshecha. Sus brazos rodeaban sus rodillas, la cabeza la tenía clavada entre sus piernas; su energía era tan pesada, tan iracunda, que cualquiera en su sano juicio la hubiera dejado sola. En cambio, la Saizar se acercó y postró su mano sobre el hombro de su sobrina “Zaskhea, dëech, ¿qué ocurre?”
“Tú sabías, ¿verdad?” la voz de la Ballos dejó helada a Mhylan, nunca había visto a su sobrina tan enojada.
“¿Saber? ¿De qué hablas, dëech?”
Zaskhea alzó su cabeza “No me digas así. Me siento tan traicionada por ti. Yo siempre he sido honesta contigo. En todo, Mhylan” la Ballos miró de reojo a Dolan “¿Por qué me has mentido?”
La Mëentu entendió a lo que se refería “Ya te dijeron. Pero Zaskhea, esto es algo bueno, ahora que conoces tu verdadero origen puedes pensar en tu vida futura”
La joven frunció su ceño, sus ojos negros parecían un fuego enigmático, a punto de quemar lo más próximo “¿Cómo puede ser algo bueno? Mi padre y cuatro de mis hermanos desaparecieron. Olda estuvo al borde de la muerte, y me dices que, ¿es bueno conocer mi verdadero origen?” la voz de la Ballos iba incrementando en volumen, hasta que terminó gritándole a su tía “SÓLO PORQUE TÚ ESTÁS SOLA EN ESA MONTAÑA QUE LLAMAS HOGAR, Y NO QUIERAS VOLVER A VER A TUS PADRES Y HERMANOS NO QUIERE DECIR QUE LOS DEMÁS SOMOS IGUAL A TI”
Mhylan se quedó congelada en su lugar, sus ojos llenos de lágrimas, a la vez que la Ballos se levantaba rápidamente y con bastante gracia para alguien de su tamaño, y se hacía camino hacia la playa por entre los árboles del bosque.
Dolan por su parte comenzó a seguir a Zaskhea, quien también ya tenía los ojos llenos de lágrimas. La joven no había dejado de llorar desde que su madre les había revelado la verdad a ella y a Do.
Los dos caminaron silenciosamente, adentrándose en lo que hubiera sido la playa, hasta que Zaskhea se volvió abruptamente, dirigiéndose a Dolan “¿Acaso tú también vas a tratar de convencerme?”
“No” él contestó inmediatamente.
“Entonces, ¿QUÉ? ¿Qué es lo que quieres de mí?” la Ballos le espetó.
Sin sorprenderse u ofenderse por el tono que la joven usó, el Zedlon permaneció de pie a unos tres metros de ella, mirándola con ternura.
Irritada, ella repitió “¡¿QUÉ?!”
El Zedlon no le contestó, sólo se limitó a sonreírle tiernamente; lo que la irrito aún más. Así que Zaskhea se dio media vuelta y siguió caminando, adentrándose hacia el mar-desierto.
Él la siguió de nueva cuenta, pues quería intentar consolarla, pero algo le dijo que debía permanecer a una distancia considerable de la Ballos, para evitar otro exabrupto.
En determinado momento, las cansadas piernas de la joven dieron de sí, obligándola a postrarse sobre la arena; en sus ojos, aún llenos de lágrimas, la luz del sol se difuminaba, impidiéndole distinguir los montículos de arena frente de ella.
Dolan, al ver que la joven ya no se movía, se acercó silenciosamente, y, permaneciendo a unos metros de ella, se colocó en cuclillas “¿Sabes? Esta zona me recuerda al desierto del norte. Aunque el clima es muy diferente allá” él hizo una pausa “Es extraño, pues todavía puedo sentir la brisa marina”
Silencio fue lo que recibió de ella. Aunque él seguía sintiendo la colera que el cuerpo de Zaskhea emanaba.
“Entiendo lo que te ocurre. Entiendo que estás furiosa y que tienes la certeza de que nadie puede entender lo que estás pasando. Pero, créeme, te entiendo mejor de lo que piensas, y… mucho más de lo que quisiera admitir”
Esa declaración hizo que Zaskhea empezara a tornar su cabeza hacia el Zedlon, sin embargo, se detuvo después de una infinitésima de segundo, pues no quiso entretenerlo; pese a su actitud, él tomó ese gesto como una invitación a proseguir “Hace unas décadas yo vivía con mis padres, en una isla al norte de Loemân. No muy diferente a lo que vemos ahora, por cierto.
“Mi familia, bueno, desde que tengo memoria hemos vivido en el desierto, en esa isla en particular, aunque hemos pasado algunas temporadas en el continente. No diría que somos expertos, pero tantos años de habitar allá nos han proporcionado un muy buen entendimiento de la región. Desde el clima hasta los ciclos de la vida de los animales.
“Si consideras todo esto, te va a sonar absurdo cuando te cuente que, un día común y corriente, recibimos noticias de uno de nuestros familiares en el continente, informándonos que mi hermano, Rolan, había sido víctima de las inclementes condiciones del desierto; las que lo habían dejado en un estado de inconsciencia.
“Verlo en ese estado… le rompió el corazón a mi madre. Era como si estuviera durmiendo apaciblemente, más… no podíamos despertarlo… no podíamos hacer nada por él. No sabíamos qué le había ocurrido, ni qué o quién lo había provocado” Dolan recordó con nostalgia a su hermano “Por incontables noches estuvimos inciertos sobre si viviría. Respiraba, claro, aunque superficialmente. Obviamente no podía comer nada, y el único líquido que consumía debíamos de forzarlo a través de su garganta. Por meses observamos cómo su cuerpo disminuía en tamaño. Mi hermano… su cuerpo estaba más frágil con cada minuto que pasaba. Aun así, lo único que pudimos hacer fue… esperar”
Algunas lágrimas aparecieron en los ojos del Zedlon “Cuando por fin despertó, pensamos que podríamos armar el rompecabezas, entender quién lo había dañado y… por qué… más mi hermano” Dolan rio entre dientes “Mi hermano no recordaba nada. Para él, el tiempo no había transcurrido, y, a pesar de que había permanecido inconsciente por más de catorce meses, para él no había pasado más que una semana desde la última vez que nos habíamos visto”
El Mëentu observó que la ira que Zaskhea había producido hasta ese momento se empezaba a disipar, dando paso a un estado de tristeza —generado principalmente por el estado de Olda, pero también por el dolor que Dolan experimentó durante el tiempo en que su hermano estuvo inconsciente—.
Ahora la Ballos lloraba de tristeza, impotencia e incertidumbre por lo que vendría. Si bien era cierto que Dolan la podía entender hasta cierto punto, le parecía que lo que él describía hubiera sido aceptable (al menos para ella) si le hubiera ocurrido a su hermano más pequeño. Y, en caso de que lo impensable ocurriera, ella estaría más tranquila en los años venideros, pensando que su hermano habría partido de manera ‘pacífica’. Pero el ataque que Olda había sufrido a mano de aquellas bestias la tenía frustrada. Ella sabía que no podía hacer nada por su hermano sin hacerlo sufrir más de lo que ya había padecido, y… si llegaba ese indeseado momento en que… ella no podría borrar el dolor infringido en su pequeño hermano.71Please respect copyright.PENANAnhY2157wRr
Cuando al fin pudo controlar sus lágrimas, Zaskhea masculló “Doo… ¿Dolan?”
“¿Mhmm?”
“Déjame sola, por favor”
Él asintió débilmente, levantándose y caminando con dirección a la casa de piedra.
Sin querer volverse, en caso de que Dolan siguiera cerca, la Ballos colocó sus manos sobre la arena caliente y alzó un poco la cadera, para darle alivio a sus tobillos (que se sentían como calderas de lava y que le habían comenzado a molestar desde el inicio del relato de Dolan). Una vez que la sensación de hormigueo en sus pantorrillas pasó, Zaskhea suspiró una vez más y se tumbó sobre su lado derecho en la arena, permaneciendo de esa manera hasta que el sol dio paso a la luna.71Please respect copyright.PENANAP0yzgoqcw2
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